Página 343 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

Basic HTML Version

Los diezmos y ofrendas
339
Cristo y las cargas de la abnegación y la benevolencia desinteresada
que Cristo llevó en su favor.
Cuando el amor del mundo se posesiona del corazón y llega a
constituir una pasión dominante, no queda lugar para la adoración a
Dios, porque las facultades superiores de la mente se someten a la
esclavitud de Mammón, y no pueden retener pensamientos de Dios
y del cielo. La mente pierde su recuerdo de Dios, y se estrecha y
atrofia por su afición a acumular dinero.
Por causa del egoísmo y amor al mundo, estos hombres han ido
perdiendo gradualmente su comprensión de la magnitud de la obra
para estos postreros días. No han educado su mente para dedicarse a
servir a Dios. No tienen experiencia en ese sentido. Sus propieda-
des han absorbido sus afectos y eclipsado la magnitud del plan de
[364]
salvación. Mientras mejoran y amplían sus planes mundanales, no
ven la necesidad de ampliar y extender la obra de Dios. Invierten
sus recursos en cosas temporales, pero no en las eternas. Su corazón
ambiciona más recursos. Dios los hizo depositarios de su ley, para
que dejasen resplandecer ante otros la luz que les daba tan misericor-
diosamente. Pero han aumentado de tal manera sus preocupaciones
y ansiedades que no tienen tiempo para beneficiar a otros con su
influencia, para conversar con sus vecinos, para orar con ellos y por
ellos, y para tratar de comunicarles el conocimiento de la verdad.
Estos hombres son responsables por el bien que podrían hacer,
y que no hacen, presentando como excusa las preocupaciones y
cargas mundanales que embargan su mente y absorben sus afectos.
Hay almas por las cuales Cristo murió, que podrían salvarse por sus
esfuerzos personales y ejemplo piadoso. Hay almas preciosas que
perecen por falta de la luz que Dios otorgó a los hombres para que
la reflejasen sobre la senda de los demás. Pero la luz preciosa queda
oculta bajo el almud y no alumbra a aquellos que están en la casa.
La parábola de los talentos
Cada uno es mayordomo de Dios. A cada uno confió el Maestro
sus recursos; pero el hombre afirma que estos recursos son suyos.
Cristo dice: “Negociad entre tanto que vengo.”
Lucas 19:13
. Está
acercándose el tiempo en que Cristo requerirá lo suyo con interés. El
dirá a cada uno de sus mayordomos: “Da cuenta de tu mayordomía.”