Los diezmos y ofrendas
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La idea de que son administradores debe tener una influencia
práctica sobre todos los hijos de Dios. La parábola de los talentos,
debidamente comprendida, desterrará la avaricia, a la que Dios llama
idolatría. La benevolencia práctica dará vida espiritual a millares
de los que nominalmente profesan la verdad, pero que actualmen-
te lamentan las tinieblas que los circundan. Los transformará de
egoístas y codiciosos adoradores de Mammón, en fervientes y fieles
colaboradores de Cristo en la salvación de los pecadores.
Abnegación y sacrificio
El fundamento del plan de salvación fué puesto con
sacrificio
.
Jesús abandonó las cortes reales y se hizo pobre para que por su
pobreza nosotros fuésemos enriquecidos. Todos los que participan
de esta salvación, comprada para ellos a tan infinito precio por el
Hijo de Dios, seguirán el ejemplo del verdadero Modelo. Cristo fué
la principal piedra del ángulo y debemos edificar sobre este cimiento.
Cada uno debe tener un espíritu de abnegación y sacrificio. La vida
de Cristo en la tierra fué una vida de desinterés: se distinguió por la
humillación y el sacrificio. ¿Y podrán los hombres, participantes de
la gran salvación que Cristo vino a traerles del cielo, negarse a seguir
a su Señor y compartir su abnegación y sacrificio? Dice Cristo: “Yo
soy la vid, vosotros los pámpanos.” “Todo pámpano que en mí no
lleva fruto, le quitará: y todo aquel que lleva fruto, le limpiará, para
que lleve más fruto.”
Juan 15:5, 2
. El mismo principio vital, la savia
que fluye a través de la vid, nutre los pámpanos para que florezcan
y lleven fruto. ¿Es el siervo mayor que su señor? ¿Practicará el
Redentor del mundo la abnegación y el sacrificio por nosotros, y
los miembros del cuerpo de Cristo se entregarán a la complacencia
propia? La abnegación es una condición esencial del discipulado.
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.”
Mateo
[367]
16:24
. Yo voy adelante en la senda de la abnegación. Nada requiero
de vosotros, mis seguidores, sino aquello de lo cual yo, vuestro
Señor, os he dado ejemplo en mi propia vida.
El Salvador del mundo venció a Satanás en el desierto de la ten-
tación. Venció para mostrar al hombre cómo puede vencer. Anunció
en la sinagoga de Nazaret: “El Espíritu del Señor es sobre mí, por