Página 358 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
físicas y mentales, deben tener mansedumbre y humildad para recibir
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el consejo de sus hermanos, a fin de que el mejor juicio de ellos supla
sus deficiencias. Muchos pobres que están ahora conformes con no
hacer nada para beneficiar a sus semejantes y para adelantar la causa
de Dios, podrían hacer mucho si quisieran. Ellos son responsables
delante de Dios por su capital de fuerza física, tanto como el rico lo
es por su capital de dinero.
Algunos que debieran hacer ingresar recursos en la tesorería de
Dios, quieren recibir de ella. Hay quienes son pobres ahora y podrían
mejorar su condición por un empleo juicioso de su tiempo, evitando
las especulaciones, como la explotación de patentes de invención,
y refrenando su inclinación a confiar en tales especulaciones para
obtener recursos de una manera más fácil que por el trabajo paciente
y perseverante. Si los que han tenido éxito en la vida estuviesen dis-
puestos a recibir instrucción, podrían adquirir hábitos de abnegación
y economía estricta y tener la satisfacción de ser dispensadores de
caridad en vez de receptores de ella. Hay muchos siervos perezosos.
Si hiciesen cuanto está a su alcance, experimentarían una bendición
tan grande al ayudar a otros que en realidad se darían cuenta de que
“más bienaventurada cosa es dar que recibir.”
Hechos 20:35
.
Debidamente dirigida, la generosidad ejercita las energías menta-
les y morales de los hombres y los incita a una acción muy saludable
para beneficiar a los necesitados y adelantar la causa de Dios. Si
los que tienen recursos se dieran cuenta de que son responsables
delante de Dios de cada peso que gastan, sus supuestas necesidades
serían mucho menores. Si la conciencia estuviese despierta, testifi-
caría contra los inútiles gastos para satisfacer el apetito, el orgullo,
la vanidad, el amor a las diversiones, y reprocharía el despilfarro del
dinero del Señor que debiera haberse dedicado a su causa. Pronto
los que malgastan los bienes de su Señor tendrán que darle cuenta
de su conducta.
Si los que profesan ser cristianos usasen menos de su fortuna
para adornar su cuerpo y hermosear sus propias casas, y en sus me-
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sas hubiese menos lujos extravagantes y malsanos, podrían colocar
sumas mucho mayores en la tesorería del Señor. Imitarían así a su
Redentor, quien dejó el cielo, sus riquezas y su gloria, y por amor de
nosotros se hizo pobre, a fin de que pudiésemos tener las riquezas
eternas. Si somos demasiado pobres para devolver fielmente a Dios