Página 357 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Los diezmos y ofrendas
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mos y a otros del bien que podrían recibir por el uso correcto de los
medios que Dios les ha prestado, y se tornan egoístas y avarientos.
Descuidan sus intereses espirituales, y su desarrollo religioso se
atrofia; todo por el afán de acumular riquezas que no pueden usar.
Dejan su propiedad a sus hijos, y en nueve casos de cada diez es para
sus herederos una maldición aun mayor de lo que ha sido para ellos.
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Los hijos, confiados en las propiedades de sus padres, con frecuen-
cia no alcanzan a tener éxito en esta vida, y generalmente fracasan
completamente en lo que respecta a obtener la vida venidera.
El mejor legado que los padres pueden dejar a sus hijos es un
conocimiento del trabajo útil y el ejemplo de una vida caracterizada
por la benevolencia desinteresada. Por una vida tal demuestran el
verdadero valor del dinero, que debe ser apreciado únicamente por
el bien que realizará al aliviar las necesidades propias y ajenas y al
adelantar la causa de Dios.
Responsabilidad de los pobres
Algunos están dispuestos a dar de acuerdo con lo que tienen, y
piensan que Dios no tiene más derecho sobre ellos porque no tienen
grandes recursos. No tienen entradas de las cuales puedan ahorrar
después de gastar en lo necesario para su familia. Pero muchos de
ellos pueden preguntarse: ¿Estoy dando de acuerdo a lo que podría
haber tenido? Dios quiso que pusiesen a contribución las facultades
de su cuerpo y mente. Algunos no han perfeccionado hasta lo sumo
la habilidad que Dios les ha dado. El trabajo ha sido asignado al
hombre. Se lo relacionó con la maldición, porque así lo hizo ne-
cesario el pecado. El bienestar físico, mental y moral del hombre
hace necesaria una vida de trabajo útil. Que no seamos “perezosos
en los quehaceres” (
Romanos 12:11, VM
), es la recomendación del
inspirado apóstol Pablo.
Nadie, sea rico o pobre, puede glorificar a Dios por una vida de
indolencia. Todo el capital que tienen muchos pobres está constituido
por su tiempo y su fuerza física, y con frecuencia los malgastan por
amor a la comodidad y a la indolencia negligente, de manera que
no tienen nada que llevarle a su Señor en diezmos y ofrendas. Si
los cristianos carecen de sabiduría para hacer que su trabajo rinda la
mayor utilidad y para hacer una aplicación juiciosa de sus facultades