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Joyas de los Testimonios 1
diezmo, que reclama como suyo, y al robarle, se despojan del tesoro
celestial.
Para beneficio del hombre
El plan de la benevolencia sistemática no oprime penosamente a
ningún hombre. “Cuanto a la colecta para los santos, haced vosotros
también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada
primer día de la semana cada uno de vosotros aparte en su casa,
guardando lo que por la bondad de Dios pudiere; para que cuando
yo llegare, no se hagan entonces colectas.”
1 Corintios 16:1, 2
. Los
pobres no quedan excluídos del privilegio de dar. Ellos, tanto como
los pudientes, pueden tener una parte en esta obra. La lección que
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Cristo dió con respecto a las dos blancas de la viuda, nos demuestra
que la ofrenda voluntaria más ínfima de los pobres, si se da con un
corazón lleno de amor, es tan aceptable como los mayores donativos
de los ricos.
En las balanzas del santuario, los donativos de los pobres, pre-
sentados por amor a Cristo, no se estiman según la cantidad dada,
sino según el amor que motiva el sacrificio. Las promesas de Jesús
llegarán a ser tan ciertamente una realidad para el pobre generoso,
que tiene poco que ofrecer, pero lo da con liberalidad, como para
el pudiente que da de su abundancia. El pobre hace un sacrificio de
lo poco que posee y lo siente en realidad. Se niega algunas de las
cosas que necesita para su comodidad, mientras que el rico da de su
abundancia y no siente ninguna necesidad, no se niega nada de lo
que realmente le hace falta. Por lo tanto, tiene la ofrenda del pobre
un carácter sagrado que no se encuentra en la ofrenda del rico, por-
que éste da de su abundancia. La providencia de Dios organizó todo
el plan de la benevolencia sistemática para beneficio del hombre. Su
providencia nunca se paraliza. Si los siervos de Dios entran por las
puertas que él les abre, todos trabajarán activamente.
Los que retienen lo que pertenece a la tesorería de Dios, y acumu-
lan sus recursos para sus hijos, ponen en peligro el interés espiritual
de estos últimos. Ponen su propiedad, que es una piedra de tropiezo
para ellos, en el camino de sus hijos, para que también tropiecen
con ella para perdición. Muchos cometen una gran equivocación
respecto de las cosas de esta vida. Economizan, privándose a sí mis-