Página 360 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
este sacrificio fué hecho en nuestro favor, para que obtuviésemos las
riquezas eternas.
Cristo asentó los pies en la senda de la abnegación y el sacrificio,
que todos sus discípulos deben recorrer si quieren ser finalmente
exaltados con él. Acogió en su propio corazón las tristezas que el
hombre debe sufrir. Con frecuencia la mente de los mundanos se
embota. Pueden ver tan sólo las cosas terrenales, que eclipsan la
gloria y el valor de las cosas celestiales. Hay hombres que rodearán
la tierra y el mar para obtener ganancias terrenales, y sufrirán pri-
vaciones y padecimientos para alcanzar su objeto, y, sin embargo,
se apartan de los atractivos del cielo y no consideran las riquezas
eternas. Los que se hallan comparativamente en la pobreza son los
que hacen más para sostener la causa de Dios. Son generosos con
lo poco que poseen. Han fortalecido sus impulsos generosos por la
liberalidad continua. Como sus gastos casi equivalían a sus entradas,
su pasión por las riquezas terrenales no tuvo cabida u oportunidad
de fortalecerse.
Pero son muchos los que, al comenzar a juntar riquezas mate-
riales, calculan cuánto tardarán en poseer cierta suma. En su afán
de acumular una fortuna, dejan de enriquecerse para con Dios. Su
generosidad no se mantiene a la par con lo que reúnen. A medida
que aumenta su pasión por las riquezas, sus afectos se entrelazan
con su tesoro. El aumento de su propiedad fortalece el intenso deseo
de tener más, hasta que algunos consideran que el dar al Señor el
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diezmo es una contribución severa e injusta. La inspiración ha decla-
rado: “Cuando se aumenten las riquezas, no pongáis en ellas vuestro
corazón.”
Salmos 62:10 (VM)
. Muchos han dicho: “Si yo fuese
tan rico como Fulano, multiplicaría mis donativos para la tesorería
de Dios. No haría otra cosa con mi riqueza sino emplearla para el
adelantamiento de la causa de Dios.” Dios ha probado a algunos de
éstos dándoles riquezas; pero con éstas las tentaciones se hicieron
más intensas, y su generosidad fué mucho menor que en los días de
su pobreza. Un ambicioso deseo de mayores riquezas absorbió su
mente y corazón, y cometieron idolatría.