Página 400 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
de un conocimiento profundo y cabal de su voluntad. No conocéis
la voluntad de Dios, ni podéis conocerla mientras vivís para el yo.
Confiáis en vuestras buenas intenciones y resoluciones, y la suma
principal de vuestra vida se compone de resoluciones hechas y reso-
luciones quebrantadas. Lo que todos necesitáis es morir al yo, dejar
de aferraros a él y entregaros a Dios.
Gustosamente os consolaría si pudiera. Gustosamente alabaría
vuestras buenas cualidades, buenos propósitos y buenos actos; pero
Dios no se complació en mostrármelos. Me presentó las cosas que
os impiden ganar el carácter noble y elevado de la santidad que
necesitáis para no perder el reposo celestial y la gloria inmortal que
él os quisiera ver alcanzar. Apartad los ojos de vosotros mismos
y dirigidlos a Jesús. Es todo en todos. Los méritos de la sangre
de un Salvador crucificado y resucitado bastarán para purificar del
mayor y del menor pecado. Con fe y confianza, entregad la custodia
de vuestras almas a Dios, como a un Creador fiel. No alberguéis
continuamente aprensiones y temores de que Dios os abandonará.
No lo hará nunca a menos que os apartéis de él. Cristo vendrá y
morará con vosotros si le abrís la puerta de vuestro corazón. Puede
haber perfecta armonía entre vosotros y el Padre y su Hijo, si queréis
morir al yo y vivir para Dios.
¡Cuán pocos son los que se dan cuenta de que tienen ídolos
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favoritos y acarician pecados! Dios ve estos pecados que vosotros
no veis quizás pero los conserváis, y obra con su podadera para
separarlos de vosotros. Todos queréis elegir por vosotros mismos el
proceso de purificación. ¡Cuánto os cuesta someteros a la crucifixión
del yo! Pero cuando se somete todo a la obra del Dios que conoce
nuestras debilidades y nuestra pecaminosidad, él emplea el mejor
método para producir los resultados deseados.
Enoc anduvo con Dios por medio de un conflicto constante y
una fe sencilla. Todos podéis hacer lo mismo. Podéis convertiros,
transformaros cabalmente, ser de veras hijos de Dios, y disfrutar no
sólo del conocimiento de su voluntad, sino conducir también por
vuestro ejemplo a otros por la misma senda de humilde obediencia
y consagración. La verdadera piedad se difunde y comunica. El
salmista dice: “No encubrí tu justicia dentro de mi corazón: tu
verdad y tu salvación he dicho: no oculté tu misericordia y tu verdad