Biografías bíblica
Las vidas relatadas en la Biblia son biografías auténticas de
personas que vivieron en realidad. Desde Adán hasta el tiempo de
los apóstoles, a través de sucesivas generaciones, se nos presenta
un relato claro y escueto de lo que sucedió en realidad y de lo
que experimentaron personajes reales. A muchos les extraña que la
historia inspirada narre los hechos que mancillan el carácter moral
de hombres buenos. Los incrédulos destacan estos pecados con gran
satisfacción y ridiculizan a quienes los perpetraron. Los escritores
inspirados no escribieron mentiras destinadas a impedir que el relato
de las flaquezas y faltas humanas ensombreciera las páginas de la
historia sagrada. Los escribas de Dios anotaron lo que les dictaba
el Espíritu Santo, pues ellos no controlaban la obra. Escribieron la
verdad literal y revelan los hechos crudos por razones que no puede
comprender plenamente nuestra mente finita.
El hecho de que no se pasa por alto la verdad, ni se suprimen
los pecados de los personajes principales, es una de las mejores
evidencias de la autenticidad de las Escrituras. Muchos insistirán
en que es asunto fácil relatar lo que ocurrió en una vida común.
Pero es hecho probado que es humanamente imposible referir una
historia imparcial de un contemporáneo; y es casi tan difícil narrar,
sin desviarse de la exacta verdad, la historia de cualquier persona o
pueblo con cuya carrera nos hayamos familiarizado. La mente hu-
mana está tan sujeta al prejuicio, que le resulta casi imposible tratar
el tema imparcialmente. O hace resaltar crudamente los defectos de
la persona considerada, o hace brillar exageradamente sus virtudes,
según el prejuicio o el favoritismo del escritor. Por imparcial que
quiera ser el historiador, es muy difícil que lo sea de veras, y todos
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los críticos convienen en ello.
Pero la unción divina, que se eleva por encima de las debilida-
des de la humanidad, cuenta la verdad sencilla y desnuda. Cuántas
biografías se han escrito acerca de cristianos impecables, que por
Testimonios para la Iglesia 4:9-15 (1876)
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