Página 438 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
la cruz puede elevarse a la familia humana para que se relacione con
el Cielo. La abnegación y las cruces se nos presentan a cada paso en
nuestro viaje hacia allá.
El espíritu de generosidad es el del Cielo; el espíritu de egoísmo
es el de Satanás. El amor abnegado de Cristo se revela en la cruz. El
dió todo lo que tenía, y luego se dió a sí mismo para que el hombre
fuese salvo. La cruz de Cristo despierta la generosidad de todo aquel
que sigue al bienaventurado Salvador. El principio que ilustra es el
de dar, siempre dar. Este principio puesto en práctica mediante la
generosidad genuina y las buenas obras, es el verdadero fruto de la
vida cristiana. El principio de los mundanos consiste en conseguir, y
con ello esperan obtener felicidad; pero al. seguirlo hasta sus últimas
consecuencias, su fruto es el sufrimiento y la muerte.
Llevar la verdad a los habitantes de la tierra, rescatarlos de su
culpa e indiferencia, es la misión de los que siguen a Cristo. Los
hombres deben tener la verdad a fin de que los santifique, y nosotros
somos los conductos de la luz de Dios. Nuestros talentos, recursos
y conocimientos no están destinados meramente a beneficiarnos a
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nosotros mismos; se han de usar para la salvación de las almas, para
elevar al hombre de su vida de pecado y conducirlo por medio de
Cristo al Dios infinito.
Debemos trabajar celosamente en esta causa, tratando de condu-
cir a los pecadores, arrepentidos y creyentes, a un Redentor divino e
inculcarles un elevado sentimiento del amor de Dios hacia el hom-
bre. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna.”
Juan 3:16
. ¡Qué amor incomparable es éste!
Es tema para la más profunda meditación. ¡El asombroso amor de
Dios por un mundo que no le amaba! El pensar en él ejerce un poder
subyugador sobre el alma y cautiva la mente a la voluntad de Dios.
Los hombres que se enloquecen por las ganancias y se sienten de-
silusionados y desgraciados en su búsqueda de las cosas del mundo,
necesitan el conocimiento de esta verdad para satisfacer el hambre y
la sed insaciable de sus almas.