Página 474 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
que profesan creer porque son en verdad sabor de vida para vida o
de muerte para muerte.
Noé predicó a sus contemporáneos que Dios les daría ciento
veinte años en los cuales podrían arrepentirse de sus pecados y
hallar refugio en el arca. Pero ellos rechazaron la misericordiosa
invitación. Les fué concedido abundante tiempo para apartarse de
sus pecados, vencer sus malas costumbres y adquirir un carácter
justo. Pero la inclinación al pecado, aunque débil al principio en
muchos, se fortaleció por la repetida participación en el pecado, y los
precipitó a una ruina irreparable. La misericordiosa amonestación
de Dios fué rechazada con mofas, burlas y ridículo; y ellos fueron
dejados en tinieblas para seguir el curso que su corazón pecaminoso
había escogido. Pero su incredulidad no impidió que se cumpliese
el acontecimiento predicho. Llegó, y grande fué la ira de Dios, que
se apreció en la ruina general.
Estas palabras de Cristo deben grabarse en el corazón de todos
los que creen la verdad presente: “Mirad por vosotros, que vuestros
corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez y de los
cuidados de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.”
Lucas 21:34
. Cristo mismo nos presenta el peligro que nos acecha.
El conocía los riesgos que encontraríamos en estos postreros días y
quería que nos preparásemos. “Mas como los días de Noé, así será
la venida del Hijo del hombre.”
Mateo 24:37
. Estaban comiendo y
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bebiendo, plantando y edificando, casándose y dándose en matri-
monio, y no conocieron hasta el día que Noé entró en el arca y el
diluvio vino y los barrió a todos.
El día de Dios encontrará a los hombres absortos igualmente
en los negocios y placeres del mundo, en banquetes y glotonerías,
y en la complacencia del apetito pervertido, en el consumo conta-
minador de bebidas y de narcótico tabaco. Tal es ya la condición
de nuestro mundo, y estas prácticas se encuentran hasta en los que
profesan pertenecer al pueblo de Dios, algunos de los cuales siguen
las costumbres del mundo y participan de sus pecados. Abogados,
mecánicos, agricultores, negociantes y aun ministros claman des-
de el púlpito: “Paz y seguridad” (
1 Tesalonicenses 5:3
), cuando la
destrucción está por sobrevenirles.