Una lección de humildad
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Fué nuestra transgresión lo que reunió en derredor de su alma di-
vina el velo de las tinieblas, y le arrancó su clamor, como de quien
fuese herido y abandonado de Dios. Llevó nuestros pesares; fué
afligido por nuestros pecados. Se hizo ofrenda por el pecado, a fin
de que pudiésemos ser justificados delante de Dios por su medio.
Todo lo noble y generoso que hay en el hombre responderá a la
contemplación de Cristo en la cruz.
Anhelo ver a nuestros ministros espaciándose más en la cruz de
Cristo, mientras sus propios corazones se enternecen y subyugan an-
te el amor incomparable del Salvador, quien realizara este sacrificio
infinito. Si, en relación con la teoría de la verdad, nuestros ministros
se espaciasen más en la piedad práctica, hablando con el corazón
impregnado del espíritu de la misma, veríamos a muchas más almas
acudir al estandarte de la verdad; sus corazones se conmoverían
gracias a las súplicas de la cruz de Cristo, la generosidad infinita y la
compasión de Jesús al sufrir por el hombre. Estos temas vitales, en
relación con los puntos doctrinales de nuestra fe, harían mucho bien
a la gente. El corazón del maestro debe rebosar de un conocimiento
experimental del amor de Cristo.
El poderoso argumento de la cruz convencerá de pecado. El amor
divino de Dios hacia los pecadores, expresado en el don de su Hijo
para que sufriese la vergüenza y la muerte a fin de que ellos pudiesen
ser ennoblecidos y dotados de la vida eterna, es digno de que se
lo estudie toda la vida. Os ruego que estudiéis de nuevo la cruz de
Cristo. Si todos los orgullosos y vanagloriosos, cuyo corazón anhela
recibir el aplauso de los hombres y alcanzar distinción por encima
de sus semejantes, pudiesen estimar correctamente el valor de la
más alta gloria terrenal en contraste con el valor del Hijo de Dios,
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rechazado, despreciado y escupido por aquellos mismos a quienes
había venido a redimir, ¡cuán insignificantes parecerían todos los
honores que puede conceder el hombre finito!
En la Palabra de Dios se tratan deberes cuyo cumplimiento
mantendrá al pueblo de Dios humilde y separado del mundo y le
impedirá apostatar como las iglesias nominales. El lavamiento de
los pies y la participación en la cena del Señor deben practicarse con
más frecuencia. Jesús nos dió el ejemplo y nos dijo que hiciésemos
como él nos dijo. Vi que su ejemplo debe seguirse tan exactamente
como sea posible; pero los hermanos no han obrado siempre tan