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Joyas de los Testimonios 1
él pudiese salvarse. Mi amor hacia vosotros fué más abnegado que
el amor de una madre. Para que pudiese borrarse vuestro sombrío
registro de iniquidad, y ofrecerse a vuestros labios la copa de la
salvación, sufrí la muerte de la cruz, llevando el peso y la maldición
de vuestra culpabilidad. Soporté los dolores de la muerte y los
horrores de las tinieblas de la tumba para vencer a aquel que tenía
el poder de la muerte, abrir su cárcel y franquearos las puertas de
la vida. Me sometí a la vergüenza y la agonía porque os amaba con
amor infinito, y quería hacer volver al paraíso de Dios, al árbol de
la vida, a mis ovejas extraviadas. Habéis despreciado esta vida de
bienaventuranzas que compré para vosotros a un precio tan elevado.
Habéis rehuído la vergüenza, el oprobio y la ignominia que llevó
vuestro Maestro por vosotros. No habéis apreciado los privilegios
que fueron puestos a vuestro alcance por su muerte. No quisisteis
participar de sus sufrimientos, y no podéis ahora participar de su
gloria.”
Entonces se pronunciaron estas palabras solemnes: “El que es
injusto, sea injusto todavía: y el que es sucio, ensúciese todavía: y
el que es justo, sea todavía justificado: y el santo sea santificado
todavía.”
Apocalipsis 22:11
. El libro se cerró luego, y cayó el manto
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de la persona que estaba sentada sobre el trono, revelando la terrible
gloria del Hijo de Dios.
La escena se disipó después y me encontré nuevamente en la
tierra, inefablemente agradecida de que el día de Dios no había
venido todavía, y que aún se nos concede un precioso tiempo de
gracia en el cual podemos prepararnos para la eternidad.
* * * * *
Cada hora de trabajo pasa por el escrutinio de Dios, y queda
anotada la fidelidad o infidelidad con que éste se realizó. Cuando
el Juez se siente y los libros se abran, y cada uno sea juzgado de
acuerdo con las cosas escritas en los libros, tendremos que hacer
frente al registro de los momentos despilfarrados y las oportunidades
no aprovechadas. El egoísmo, la envidia, el orgullo, los celos, la
ociosidad, o cualquier otro pecado que se acaricie en el corazón, lo
excluirán a uno de la bienaventuranza del cielo. “A quien os prestáis