Página 512 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
culpable cuyo ejemplo se nos da como advertencia. En este caso
Dios demostró que escudriña el corazón. No pueden ocultársele los
motivos y propósitos del hombre. Dejó a los cristianos de todas las
épocas una amonestación perpetua a precaverse del pecado al cual
los corazones humanos están continuamente inclinados.
Aunque no sigan ahora indicios visibles del desagrado de Dios
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a la repetición del pecado de Ananías y Safira, éste es igualmente
odioso a su vista, y el transgresor será castigado con toda seguridad
en el día del juicio; y muchos sentirán la maldición de Dios aun
en esta vida. Cuando se hace una promesa a la causa, es un voto
hecho a Dios y debe ser cumplido como cosa sagrada. A la vista de
Dios, no es menos que un sacrilegio el apropiarnos para nuestro uso
particular de lo que una vez fué prometido para fomentar su obra
sagrada.
Las promesas son sagradas
Cuando se ha hecho, en presencia de nuestros hermanos, la pro-
mesa verbal o escrita de dar cierta cantidad, ellos son los testigos
visibles de un contrato formalizado entre nosotros y Dios. La prome-
sa no se hace al hombre, sino a Dios. y es como un pagaré dado a un
vecino. Ninguna obligación legal tiene más fuerza para el cristiano
en cuanto al desembolso de dinero, que una promesa hecha a Dios.
Las personas que hacen tales promesas a sus semejantes, no pien-
san generalmente en pedir que se los libre de sus compromisos. Un
voto hecho a Dios, el Dador de todos los favores, es de importancia
aun mayor; por lo tanto, ¿por qué habríamos de quedar libres de
nuestros votos a Dios? ¿Considerará el hombre su promesa como
de menos fuerza porque ha sido hecha a Dios? Por el hecho de que
su voto no será llevado a los tribunales, ¿es menos válido? ¿Habrá
de robar a Dios un hombre que profesa ser salvado por la sangre del
infinito sacrificio de Jesucristo? ¿No resultan sus votos y sus actos
pesados en las balanzas de justicia de los ángeles celestiales?
Cada uno de nosotros tiene un caso pendiente en el tribunal
del cielo. ¿Inclinará nuestra conducta la balanza de las evidencias
contra nosotros? El caso de Ananías y Safira era de lo más grave.
Al retener parte del precio, mintieron al Espíritu Santo. Del mismo