Página 538 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
reconocen el peligro que entraña el conceder los afectos a personas
incrédulas. En las mentes juveniles el matrimonio está revestido de
romanticismo y es difícil despojarlo de ese carácter que le presta
la imaginación, para hacer que la mente comprenda cuán pesadas
responsabilidades entraña el voto matrimonial. Liga los destinos de
dos personas con vínculos que sólo la muerte puede cortar.
¿Podrá aquel que busca gloria, honra, inmortalidad y vida eterna,
unirse con otra persona que rehusa alistarse con los soldados de
la cruz de Cristo? Vosotros, los que profesáis elegir a Cristo como
vuestro Maestro y obedecerle en todas las cosas, ¿habréis de unir
vuestros intereses con personas regidas por el príncipe de las po-
testades de las tinieblas? “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de
concierto?” “Si dos de vosotros se convinieren en la tierra, de toda
cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cie-
los.”
Amós 3:3
;
Mateo 18:19
. ¡Pero cuán extraño es el espectáculo!
Mientras una de las personas tan íntimamente unidas se dedica a la
oración, la otra permanece indiferente y descuidada; mientras una
busca el camino que lleva al cielo y a la vida eterna, la otr
se
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encuentra en el camino anchuroso que lleva a la muerte.
Centenares de personas han sacrificado a Cristo y el cielo al
casarse con personas inconversas. ¿Pueden conceder tan poco valor
al amor y a la comunión de Cristo que prefieren la compañía de
pobres mortales? ¿Estiman tan poco el cielo que están dispuestos
a arriesgar sus goces uniéndose con una persona que no ama al
precioso Salvador?
La felicidad y prosperidad de la vida matrimonial dependen de la
unidad de los cónyuges. ¿Cómo puede armonizar el ánimo carnal con
el ánimo que se ha asimilado el sentir de Cristo? El uno siembra para
la carne, piensa y obra de acuerdo con los impulsos de su corazón;
el otro siembra para el Espíritu, tratando de reprimir el egoísmo,
vencer la inclinación propia y vivir en obedencia al Maestro, cuyo
siervo profesa ser. Así que hay una perpetua diferencia de gusto,
inclinación y propósito. A menos que el creyente gane al impenitente
por su firme adhesión a los principios cristianos, lo más común es
que se desaliente y venda esos principios por la compañía de una
persona que no está relacionada con el Cielo.
19—J.T., Tomo 1