Página 93 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Viene una gran angustia
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del poder de la piedad. No serán salvos por la verdad todos los que
la predican. Dijo el ángel: “Limpiaos los que lleváis los vasos de
Jehová.”
Isaías 52:11
.
Ha llegado el momento en que aquellos que eligen al Señor como
heredad presente y futura, deben confiar sólo en él. Todo aquel que
profese la piedad debe tener experiencia propia. El ángel registrador
está anotando fielmente las palabras y los actos del pueblo de Dios.
Los ángeles están observando el desarrollo del carácter, y pesando
el valor moral. Los que profesan creer la verdad han de ser íntegros
ellos mismos y ejercer toda su influencia para iluminar a otros y
ganarlos para la verdad. Sus palabras y obras son el conducto por
medio del cual los principios puros de la verdad y la santidad son
transmitidos al mundo. Son la sal y la luz de la tierra.
Vi que al mirar hacia el cielo veremos luz y paz; pero al mirar
al mundo, veremos que todo refugio nos faltará, y todo bien pasará
pronto. No hay para nosotros ayuda sino en Dios; en este estado de
confusión de la tierra podemos hallar serenidad, firmeza o seguridad
tan sólo en la fuerza de una fe viva; no podemos tener paz si no
descansamos en Dios ni esperamos su salvación. Resplandece sobre
nosotros una luz mayor que la que iluminó a nuestros padres. No
podemos ser aceptados ni honrados por Dios prestando el mismo
servicio o haciendo las mismas obras que nuestros padres. Para ser
aceptados y bendecidos por Dios, como lo fueron ellos, debemos
imitar su fidelidad y celo, aprovechar nuestra luz como ellos aprove-
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charon la suya, y obrar como ellos habrían obrado si hubiesen vivido
en nuestros días.
Debemos andar en la luz que resplandece sobre nosotros. De
otra manera esa luz se trocará en tinieblas. Dios exige que manifes-
temos al mundo, por medio de nuestro carácter y nuestras obras, una
medida del espíritu de unión que esté de acuerdo con las verdades
sagradas que profesamos, y con el espíritu de las profecías que se
están cumpliendo en estos postreros días. La verdad que hemos
comprendido y la luz que ha resplandecido sobre nuestra alma nos
juzgarán y condenarán si nos apartamos de ellas y nos negamos a
ser guiados por ellas.