Página 96 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
san seguir a Cristo, y para hacerles ejercer los preciosos rasgos de
carácter de nuestro compasivo Redentor.
Las viudas, los huérfanos y los inválidos
Muchos que apenas pueden vivir cuando están solteros, deci-
den casarse y criar una familia, cuando saben que no tienen con
qué sostenerla. Y lo peor es que no tienen ningún gobierno de su
familia. Toda su conducta en la familia se caracteriza por hábitos de
negligencia. No ejercen ningún dominio propio, y son apasionados,
impacientes e inquietos. Cuando los tales aceptan el mensaje, les
parece que tienen derecho a la ayuda de sus hermanos más pudien-
tes; y si no se satisfacen sus expectativas, se quejan de la iglesia, y
la acusan de no vivir conforme a su fe. ¿Quiénes deben sufrir en
este caso? ¿Se debe desangrar la causa de Dios y agotar su tesorería,
para cuidar de estas familias pobres y numerosas? No. Los padres
deben ser los que sufran. Por lo general, no sufrirán mayor escasez
después de aceptar el sábado que antes.
Hay entre algunos de los pobres un mal que por cierto provocará
su ruina a menos que lo venzan. Abrazaron la verdad apegados a
costumbres groseras e incultas, y necesitan cierto tiempo para darse
cuenta de su rusticidad y comprender que ella no está de acuerdo con
el carácter de Cristo. Consideran orgullosos a los más ordenados y
refinados, y a menudo se les oye decir: “La verdad nos pone a todos
en el mismo nivel.” Pero es un grave error pensar que la verdad
rebaja a quien la recibe. Lo eleva, refina sus gustos, santifica su
criterio, y si se vive conforme a ella, lo hace a uno cada vez más
idóneo para gozar de la sociedad de los santos ángeles en la ciudad
de Dios. La verdad está destinada a elevarnos a todos a un alto nivel.
Los más pudientes deben actuar siempre noble y generosamen-
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te con los hermanos más pobres; han de darles también buenos
consejos, y luego dejarles pelear las batallas de la vida. Pero me
fué mostrado que la iglesia tiene el deber solemnísimo de cuidar
especialmente de las viudas, huérfanos e inválidos indigentes.
* * * * *
Muchos de los que profesan la verdad no son santificados por
ella ni sienten deseos de rebajar, aunque sea un poco, los precios de