El espiritismo modern
Se me indicó que el pasaje de
Colosenses 2:8
se aplicaba espe-
cialmente al espiritismo moderno: “Mirad que ninguno os engañe
por filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres,
conforme a los elementos del mundo, y no según Cristo.” Me fué
mostrado que miles de personas, afectadas por la filosofía de la freno-
logía y el magnetismo animal, han sido impulsadas a la incredulidad.
Si la mente se encamina en esa dirección, es casi seguro que perderá
su equilibrio y quedará dominada por un demonio. “Vanas sutilezas”
llenan la mente de los pobres mortales. Se creen poseedores de un
poder capaz de realizar grandes obras, y no sienten la necesidad
de un poder superior. Sus principios y su fe son “conforme a los
elementos del mundo, y no según Cristo.” Jesús no les ha enseñado
esta filosofía. Nada de esta índole puede hallarse en sus enseñanzas.
El no dirigió la mente de los pobres mortales a sí mismos, como si
poseyesen algún poder. Siempre la dirigía hacia Dios, el Creador del
Universo, como fuente de su fortaleza y sabiduría. En el
versículo 18
se da una amonestación especial: “Nadie os prive de vuestro premio,
afectando humildad y culto a los ángeles, metiéndose en lo que no
ha visto, vanamente hinchado en el sentido de su propia carne.”
Los que enseñan el espiritismo se presentan en forma agradable
y seductora para engañaros, y si escucháis sus fábulas quedaréis
entrampados por el enemigo de la justicia, y perderéis ciertamente
vuestra recompensa. Una vez que os haya vencido la influencia
fascinadora del gran engañador, estaréis envenenados y su influencia
mortífera adulterará y destruirá vuestra fe en que Cristo es el Hijo
de Dios, y dejaréis de fiar en los méritos de su sangre. Los que
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son seducidos por esta filosofía se ven privados de su recompensa
por los engaños de Satanás. Fían en sus propios méritos, ejercen
una humildad voluntaria, y aún están dispuestos a hacer sacrificios
y degradarse, entregando su intelecto a una creencia sumamente
Testimonios para la Iglesia 1:297-302 (1862)
. (Del cap. “La filosofía y vanos
engaños.”)
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