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Capítulo 6—Una saludable normalidad
La fuente de la verdadera felicidad
Hay personas de imaginación enfermiza para quienes la religión
es un tirano, que las gobierna con vara de hierro. Estos lamentan
constantemente su propia depravación, y gimen por males supuestos.
No existe amor en su corazón; su rostro es siempre ceñudo. Las deja
heladas la risa inocente de la juventud o de cualquiera. Consideran
como pecado toda recreación o diversión, y creen que la mente debe
estar constantemente dominada por pensamientos austeros. Este es
un extremo.
Otros creen que la mente tiene que dedicarse constantemente a
inventar nuevas diversiones a fin de tener salud. Aprenden a depen-
der de la emoción, y se sienten intranquilos sin ella. Estos no son
verdaderos cristianos. Van a otro extremo.
Los verdaderos principios del cristianismo abren ante nosotros
una fuente de felicidad, cuya altura, profundidad, longitud y anchura
son inconmensurables. Cristo es en nosotros una fuente de agua
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que brota para vida eterna. Es un manantial inagotable del cual el
cristiano puede beber a voluntad, sin apurarlo nunca.—
Joyas de los
Testimonios 1:178 (1867)
.
Celo que rápidamente se enfría
No debemos estimular un espíritu de entusiasmo que produz-
ca fervor por un tiempo, pero que luego se enfríe dando lugar al
desánimo y la depresión. Necesitamos el pan de vida que procede
del cielo para vivificar el alma. Estudien la Palabra de Dios. No
sean controlados por los sentimientos. Todos los que trabajan en la
viña del Señor deben aprender que los sentimientos no son fe. No
es necesario estar siempre en un estado de exaltación. Pero sí se
requiere que tengamos una fe firme en la Palabra de Dios como la
carne y la sangre de Cristo.—
El Evangelismo, 105, 106 (1902)
.
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