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Mente, Cáracter y Personalidad 1
de ella, estaban agitados, sumidos en ensueños y no eran capaces de
conversar sino sobre los asuntos más comunes. La conversación y el
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pensamiento religiosos eran completamente ajenos a su mente. Al
cultivar el apetito por las historias sensacionales, se pervirtió el gusto
mental, y la mente no queda satisfecha a menos que se la alimente
con este alimento malsano. No puedo pensar en un nombre más
adecuado para los que se dedican a tales lecturas que el de ebrios
mentales. Los hábitos intemperantes en la lectura tienen sobre el
cerebro el mismo efecto que los hábitos intemperantes en el comer
y beber tienen sobre el cuerpo.—
Consejos para los Maestros Padres
y Alumnos, 127; 104 (1913)
.
Complacencia excesiva que es pecado
—La complacencia ex-
cesiva en el comer, el beber, el dormir o el mirar es pecado. El funcio-
namiento saludable y armonioso de todas las facultades del cuerpo
y de la mente resulta en felicidad... Las facultades de la mente debe-
rían ejercitarse en temas relacionados con nuestros intereses eternos.
Esto favorecerá la salud del cuerpo y de la mente.—
Testimonies for
the Church 4:417 (1880)
.
El recargo de la mente
—Al alumno que desea realizar en un
año el trabajo de dos años, no se le debe permitir salir con la suya.
Pretender realizar un doble trabajo significa, para muchos, recargar
en exceso la mente y descuidar el ejercicio físico. No es razonable
suponer que la mente puede asimilar una provisión excesiva de
alimento mental; y recargar la mente es un pecado tan grande como
recargar los órganos digestivos.—
Consejos para los Maestros Padres
y Alumnos, 282; 227 (1913)
.
Investigar también el alimento de las conversaciones
—Es lo
mejor para cada alma investigar cuidadosamente qué alimento men-
tal se le ofrece para comer. Cuando los que viven para hablar vienen
a usted, armados y equipados para decir: “Cuenten y nosotros lo
contaremos”, deténgase y piense si la conversación dará ayuda es-
piritual, eficiencia espiritual, para que en comunicación espiritual
pueda usted comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. “Acer-
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cándose a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres,
mas para Dios escogida y preciosa”.
1 Pedro 2:4
. Estas palabras
expresan mucho.
No hemos de ser charlatanes, o chismosos, o cuenteros; no hemos
de dar falso testimonio. Dios nos prohibe ocuparnos en conversacio-