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La seguridad en el hogar
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Edén no hubiesen podido proporcionarle perfecta felicidad. Aun la
comunión con los ángeles no hubiese podido satisfacer su deseo
de simpatía y compañía. No existía nadie de la misma naturaleza y
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forma a quien amar y de quien ser amado.—
Historia de los Patriarcas
y Profetas, 26 (1890)
.
La armonía en el hogar sólo es posible por el Espíritu de
Dios
—Debemos tener el Espíritu de Dios, o no podremos tener
armonía en el hogar. Si la esposa tiene el espíritu de Cristo, será
cuidadosa en lo que respecta a sus palabras; dominará su genio, será
sumisa y sin embargo no se considerará esclava, sino compañera
de su esposo. Si éste es siervo de Dios, no se enseñoreará de ella;
no será arbitrario ni exigente. No podemos estimar en demasía los
afectos del hogar; porque si el Espíritu del Señor mora allí, el hogar
es un símbolo del cielo...—
El hogar adventista, 102, 103 (1894)
.
El círculo interior es supremo
—Hemos de usar todas nuestras
facultades para Cristo. Esta es la deuda que cada uno le debe a
Dios. Al establecer una relación con Cristo, el hombre renovado
sólo regresa a su relación original con Dios. El es un representante
de Cristo, y siempre ha de orar y velar en oración. Sus deberes lo
rodean, cercanos y remotos. Su primer deber es para con sus hijos y
sus familiares más cercanos. Nada puede excusarlo de descuidar el
círculo interior en favor del círculo exterior mayor.
En el día del ajuste final de cuentas, los padres y las madres
tendrán que responder con respecto a sus hijos. Se preguntará a los
padres qué hicieron y dijeron para asegurar la salvación de las almas
sobre las que ellos mismos asumieron la responsabilidad de traerlos
al mundo. ¿Descuidaron a sus corderos, dejándolos al cuidado de
extraños? Padres y madres, ¿están ustedes permitiendo que sus hijos
crezcan en la impureza y el pecado? Un gran bien hecho a otros
no cancelará la deuda que tienen con Dios de cuidar a sus hijos. El
bienestar espiritual de su familia está primero. Llévenlos consigo a
la cruz del Calvario, trabajando por ellos como quienes tienen que
dar cuentas.—
Manuscrito 56, 1899
.
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