Página 157 - Mente, C

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La influencia de los padres
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rado en el hogar celestial para todos los que son fieles y obedientes.
En la educación de nuestros propios hijos y en la de los hijos de
otros hemos probado que nunca aman menos a los padres y tutores
por impedirles hacer el mal.—
The Review and Herald, 10 de mayo
de 1898
.
Jesús manifestó una disposición especialmente amable
Durante su infancia, Jesús manifestó una disposición especialmente
amable. Sus manos voluntarias estaban siempre listas para servir a
otros. Revelaba una paciencia que nada podía perturbar, y una vera-
cidad que nunca sacrificaba la integridad. En los buenos principios,
era firme como una roca, y su vida revelaba la gracia de una cortesía
desinteresada.
Con profundo interés, la madre de Jesús miraba el desarrollo
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de sus facultades, y contemplaba la perfección de su carácter. Con
deleite trataba de estimular esa mentalidad inteligente y receptiva.
Mediante el Espíritu Santo recibió sabiduría para cooperar con los
agentes celestiales en el desarrollo de este niño que no tenía otro
padre que Dios.—
El Deseado de Todas las Gentes, 49 (1898)
.
La mente ocupada no deja lugar para pensamientos bajos
Educad las facultades y gustos de vuestros seres amados; procurad
que su mente esté ocupada de antemano de modo que no haya lugar
para pensamientos o complacencias de carácter bajo y degradante.
La gracia de Cristo es el único antídoto o preventivo del mal. Si lo
queréis, podéis elegir que la mente de vuestros hijos esté ocupada
con pensamientos puros y límpidos o con los males que existen
por doquiera: orgullo y olvido de su Redentor.—
Carta 27, 1890
;
Conducción del Niño, 174
.
Rodeados por un muro que no se rompe fácilmente
—Cada
hogar cristiano debería tener reglas; y los padres, por sus palabras y
su conducta el uno hacia el otro, deberían dar a los niños un precioso
ejemplo viviente de lo que ellos desean que lleguen a ser. La pureza
del lenguaje y la verdadera cortesía cristiana deberían practicarse
constantemente. No se estimule el pecado, ni las sospechas ni el
hablar lo malo.
Enseñen a los niños y jóvenes a respetarse a sí mismos, a ser
fieles a Dios, fieles a los principios; enséñenles a respetar y obede-
cer la ley de Dios. Entonces estos principios controlarán sus vidas
y serán practicados en sus asociaciones con otros. Amarán a sus