Página 170 - Mente, C

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Capítulo 22—La escuela y el maestro
Despertar las facultades mentales
—La verdadera educación
no consiste en inculcar por la fuerza la instrucción en una mente
que no está lista para recibirla. Hay que despertar las facultades
mentales, lo mismo que el interés. A esto respondía el método de
enseñanza de Dios. El que creó la mente y ordenó sus leyes, dispuso
su desarrollo de acuerdo con ellas.
En el hogar y el santuario, por medio de las cosas de la naturaleza
y el arte, en el trabajo y en las fiestas, en el edificio sagrado y la
piedra fundamental, por medio de métodos, ritos y símbolos innu-
merables, Dios dio a Israel lecciones que ilustraban sus principios
y conservaban el recuerdo de sus obras maravillosas. Entonces, al
levantarse una pregunta, la instrucción dada impresionaba la mente
y el corazón.—
La Educación, 41 (1903)
.
La educación imparte energía vitalizadora
—No es la obra
más elevada de la educación el comunicar meramente conocimien-
tos, sino el impartir aquella energía vivificadora que se recibe por
el contacto de la mente con la mente y del alma con el alma. Úni-
camente la vida puede engendrar vida.—
El Deseado de Todas las
Gentes, 215 (1898)
.
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El más elevado desarrollo de las facultades mentales
—Está
bien que la juventud considere que debe alcanzar el más alto desa-
rrollo de sus facultades intelectuales. No queremos poner límites a
la educación que Dios ha hecho ilimitada. Pero de nada nos sirve lo
que logramos si no lo empleamos para honra de Dios y beneficio de
la humanidad.
No conviene atestar la mente con estudios que requieren intensa
aplicación, pero no se utilizan en la práctica.—
El Ministerio de
Curación, 355 (1905)
.
Peligros de algunas escuelas
—Muchos jóvenes salen de las
instituciones de enseñanza con costumbres degradadas y poderes
físicos debilitados, sin conocimientos para la vida práctica y con
pocas fuerzas para desempeñar sus tareas.
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