Página 179 - Mente, C

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La escuela y el maestro
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No puedo de ninguna manera sancionar la idea de que los niños
deben sentir que están bajo una continua desconfianza y no pueden
actuar como niños. Pero únanse los maestros en los entretenimientos
de los niños, sean uno de ellos, y muestren que desean verlos felices,
y eso les dará confianza a los niños. Pueden ser controlados por
el amor, pero no se logrará si los siguen en sus comidas y en sus
entretenimientos con una severidad agria e inflexible.—
Testimonies
for the Church 5:653 (1889)
.
Manifieste confianza en los alumnos
—El educador sabio, al
tratar con sus alumnos, procurará estimular la confianza y fortalecer
el sentido del honor. La confianza que se tiene en los jóvenes y
niños los beneficia. Muchos, hasta entre los pequeños, tienen un
elevado concepto del honor; todos desean ser tratados con confianza
y respeto y tienen derecho a ello. No debería hacérseles sentir que no
pueden salir o entrar sin que se los vigile. La sospecha desmoraliza
y produce los mismos males que trata de impedir. En vez de vigilar
continuamente, como si sospecharan el mal, los maestros que están
en contacto con sus alumnos se darán cuenta de las actividades de
una mente inquieta y pondrán en juego influencias que contrarresten
el mal. Hágase sentir a los jóvenes que se les tiene confianza y pocos
serán los que no traten de mostrarse dignos de ella.—
La Educación,
289, 290 (1903)
.
Es esencial la confianza de los alumnos
—El maestro debe ser
apto para su trabajo. Debe tener la sabiduría y el tacto necesarios para
manejar las mentes. Por grande que sea su conocimiento científico,
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por excelentes que sean sus cualidades en otros ramos, si no logra
conquistar el respeto y la confianza de sus alumnos, sus esfuerzos
serán vanos.—
La Educación, 278, 279 (1903)
.
Ayudar a los atrasados y a los no promisorios
—Si manifiesta
bondad, amor, tierna consideración por sus alumnos, cosechará de
ellos lo mismo como respuesta. Si los maestros son severos, criti-
cones, altivos, insensibles a los sentimientos de otros, recibirán lo
mismo como reacción. Un hombre que desea conservar su respeto
propio y dignidad debe ser cuidadoso de no sacrificar el respeto
y la dignidad de los demás. Esta regla debería ser sagradamente
observada hacia los más simples, los menores y los alumnos que
más se equivocan.