Apasionamiento y amor ciego
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Dios, aunque ambos sean cristianos. Estas horas inoportunas perjudi-
can la salud, incapacitan la mente para las tareas del día siguiente, y
ofrecen la apariencia del mal. Hermano mío, espero que usted tenga
suficiente respeto propio como para evitar esta forma de noviazgo.
Si está atento sólo a glorificar a Dios, avanzará con cuidadosa pre-
caución. Usted no permitirá que un sentimentalismo enfermizo le
ciegue su visión de modo que no pueda percibir las elevadas deman-
das que Dios tiene sobre usted como cristiano.—
Testimonies for the
Church 3:44, 45 (1872)
.
El apasionamiento es una base muy pobre para el matrimo-
nio
—En esta era de depravación, esas horas de disipación nocturna
llevan con frecuencia a ambas partes a la ruina. Satanás se regocija
y Dios queda deshonrado cuando hombres y mujeres se deshonran a
sí mismos. Sacrifican su buen nombre y honor bajo el ensalmo de
la infatuación, y el casamiento de tales personas no puede solem-
nizarse bajo la aprobación divina. Se casaron porque la pasión los
impulsó, y pasada la novedad del caso, empezarán a comprender lo
que hicieron.—
The Review and Herald, 25 de septiembre de 1888
;
El hogar adventista, 47 (1894)
.
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El amor falsificado es incontrolable
—El amor que no tiene
mejor fundamento que la simple satisfacción sensual será obstinado,
ciego e ingobernable. El honor, la verdad y toda facultad noble y
elevada del espíritu caen bajo la esclavitud de las pasiones. Con
demasiada frecuencia el hombre atado por las cadenas de esa in-
fatuación resulta sordo a la voz de la razón y de la conciencia; ni
los argumentos ni las súplicas le inducirán a ver la insensatez de su
conducta.—
The Signs of the Times, 1 de julio de 1903
;
El hogar
adventista, 42 (1894)
.
El amor no santificado descarría
—El afecto humano no san-
tificado siempre descarría, porque conduce hacia otros senderos que
los que Dios ha señalado.—
Carta 34, 1891
.
La repetición del pecado debilita el poder de resistir
—El que
cedió una vez a la tentación cederá con más facilidad la segunda vez.
Toda repetición del pecado aminora la fuerza para resistir, ciega los
ojos y ahoga la convicción. Toda simiente de complacencia propia
que se siembre dará fruto. Dios no obra milagros para impedir la
cosecha.—
Historia de los Patriarcas y Profetas, 274 (1890)
.