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Mente, Cáracter y Personalidad 1
La pasión destruye todo
—Siempre deberían recordarse las pa-
labras de Cristo: “Como fue en los días de Noé, así también será en
los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían”.
Lucas 17:26, 27
. El
apetito domina la mente y la conciencia en esta época. Prevalecen la
glotonería, la ebriedad, la ingestión de licores, y el uso del tabaco,
pero los seguidores de Cristo serán temperantes en el comer y en
el beber. No complacerán el apetito a expensas de la salud y del
crecimiento espiritual.
“Se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró
Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos”.
vers. 27
.
Ahora vemos las mismas manifestaciones con respecto al matri-
monio. Los jóvenes, y aun los hombres y las mujeres que deberían
ser sabios y juiciosos actúan como si estuvieran hechizados en este
asunto. Un poder satánico parece haber tomado posesión de ellos.
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Se constituyen los matrimonios más imprudentes. No se consulta
a Dios. Los sentimientos humanos, los deseos y pasiones derriban
todo lo que está delante de ellos, hasta que el molde está puesto.
El resultado de este estado de cosas es una miseria indescriptible,
y se deshonra a Dios. Los votos matrimoniales cubren toda clase
de abominaciones lujuriosas. ¿No habrá un cambio decidido en lo
referente a este asunto?—
Carta 74, 1896
.
El amor ciego afecta todas las facultades
—Cada facultad de
los que llegan a estar afectados por esta enfermedad contagiosa—el
amor ciego—queda sometida a ella. Parecen privados del sentido co-
mún y sus actos son repugnantes para todos los que los contemplan.
Hermano mío, usted ha provocado que se hable de usted y se ha
rebajado en la estima de aquellos cuya aprobación debería apreciar.
Para muchos la crisis de esta enfermedad resulta en un matrimo-
nio inmaduro, y cuando ha pasado la novedad y el poder hechizador
del enamoramiento ha terminado, uno o ambos despiertan a su ver-
dadera situación. Entonces descubren que no son el uno para el otro,
pero ya están unidos para toda la vida.
Ligados el uno al otro por los votos más solemnes, contemplan
con corazones deprimidos la vida miserable que deben arrostrar. De-
berían entonces sacar el mejor partido de su situación; pero muchos
no lo harán. Como resultado, serán infieles a sus votos matrimo-
niales, o harán que el yugo que se impusieron a sí mismos sea tan