Página 39 - Mente, C

Basic HTML Version

Las influencias espirituales y la mente
35
ellos. Su sabiduría es necedad y su fortaleza es debilidad.—
Nuestra
Elavada Vocacion, 151 (1873)
.
El egoísmo y su fruto
—El egoísmo es la esencia de la deprava-
ción, y debido a que los seres humanos han cedido a su poder, hoy se
ve en el mundo lo opuesto a la obediencia a Dios. Las naciones, las
familias y los individuos están deseosos de convertirse ellos mismos
[31]
en la figura central. El hombre desea gobernar sobre su prójimo. Al
separarse, en su engreimiento, de Dios y de sus semejantes sigue sus
inclinaciones desenfrenadas. Actúa como si el bien de los demás de-
pendiera de la sujeción de éstos a su supremacía.—
The Review and
Herald, 25 de junio de 1908
;
Consejos sobre Mayordomía Cristiana,
27
.
Se puede ganar la victoria
—Por medio del cultivo de los prin-
cipios de justicia el hombre puede ganar la victoria sobre la pre-
disposición al pecado. Si obedece la ley de Dios, sus sentidos no
estarán distorsionados y deformados; sus facultades ya no serán
pervertidas y desperdiciadas al ejercitarse en objetos que pueden
alejarlo de Dios. Por medio de la gracia otorgada por el Cielo, las
palabras, los pensamientos y las energías pueden ser purificados; se
puede formar un carácter nuevo, y se puede vencer la degradación
del pecado.—
Manuscrito 60, 1905
.
La mente vacilante es el comienzo de la tentación
—El co-
mienzo del acto de ceder a la tentación está en el pecado de permitir
que la mente vacile, en ser inconsecuente en vuestra confianza en
Dios. El perverso siempre anda buscando la oportunidad de desfi-
gurar a Dios, y de atraer la mente a lo que es prohibido. Si logra
conseguirlo, fijará la mente sobre las cosas de este mundo, se esfor-
zará por excitar las emociones, por despertar las pasiones, por fijar
los afectos en aquello que no es para el bien; pero vosotros podéis
someter toda emoción y pasión a control, en serena sujeción a la
razón y la conciencia. Entonces Satanás pierde su poder de controlar
la mente. La obra a que Cristo nos llama, es la obra de vencer progre-
sivamente los males espirituales de nuestro carácter. Las tendencias
naturales deben ser vencidas... Los apetitos y las pasiones deben
ser subyugados, y la voluntad debe ser puesta enteramente al lado
de Cristo.—
The Review and Herald, 14 de junio de 1892
;
Nuestra
Elavada Vocacion, 89
.
Ninguno necesita desesperar por tendencias heredadas
[32]