Página 71 - Mente, C

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La religión y la mente
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Una imaginación pervertida produce oscuridad
—Si el ojo
de la mente contempla la excelencia del misterio de la piedad, la
ventaja de las riquezas espirituales sobre las mundanales, el cuerpo
entero estará lleno de luz. Si la imaginación está pervertida por
la fascinación de la pompa y el esplendor terrenales hasta que la
ganancia parezca piedad, el cuerpo entero estará lleno de oscuridad.
Cuando los poderes de la mente están concentrados sobre los tesoros
de la tierra, se rebajan y degradan.—
The Review and Herald, 18 de
septiembre de 1888
.
La mente dirigida al Creador, y no a la exaltación propia
Si se concediera a este principio [trabajar para gloria de Dios] la
atención que merece por su importancia, se efectuaría un cambio
radical en algunos de los métodos corrientes de enseñanza. En vez
de despertar el orgullo, la ambición egoísta y un espíritu de rivalidad,
los maestros procurarían evocar un sentimiento de amor a la bondad,
a la verdad y a la belleza; harían desear lo excelente... En vez de
ser encauzado hacia las meras normas terrestres o movido por el
deseo de exaltación propia que de por sí empequeñece y rebaja, el
espíritu sería dirigido hacia el Creador, para conocerle y llegar a
serle semejante.—
Historia de los Patriarcas y Profetas, 646 (1890)
.
Aguas vivas versus cisternas rotas
—Jesús conocía las necesi-
dades del alma. La pompa, las riquezas y los honores no pueden
satisfacer el corazón. “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.” Los
ricos, los pobres, los encumbrados y los humildes son igualmente
bienvenidos. El promete aliviar el ánimo cargado, consolar a los
tristes, dar esperanza a los abatidos. Muchos de los que oyeron a Je-
sús lloraban esperanzas frustradas; muchos alimentaban un agravio
secreto; muchos estaban tratando de satisfacer su inquieto anhelo
con las cosas del mundo y la alabanza de los hombres; pero cuando
habían ganado todo encontraban que habían trabajado tan sólo para
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llegar a una cisterna rota en la cual no podían aplacar su sed. Allí
estaban en medio del resplandor de la gozosa escena, descontentos
y tristes. Este clamor repentino: “Si alguno tiene sed,” los arrancó
de su pesarosa meditación, y mientras escuchaban las palabras que
siguieron, su mente se reanimó con una nueva esperanza. El Espíritu
Santo presentó delante de ellos el símbolo hasta que vieron en él el
inestimable don de la salvación.—
El Deseado de Todas las Gentes,
417, 418 (1898)
.