Página 83 - Mente, C

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Comprensión
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de Sicar, porque en esos oyentes percibió un corazón sensible, una
mente abierta, un espíritu receptivo. Ni siquiera la muchedumbre
que con tanta frecuencia seguía sus pasos era para Cristo una masa
confusa de seres humanos. Hablaba y exhortaba en forma directa a
cada mente y se dirigía a cada corazón. Observaba los rostros de sus
oyentes, veía cuando se iluminaban, notaba la mirada rápida y de
comprensión que revelaba el hecho de que la verdad había llegado al
alma, y su corazón vibraba en respuesta con gozosa simpatía.—
La
Educación, 231 (1903)
.
El exceso de trabajo incapacita para tratar con otros
—Los
maestros mismos deberían prestar atención a las leyes de la salud,
a fin de conservar sus propios poderes en las mejores condiciones
posibles, y por ejemplo así como por precepto puedan ejercer una
influencia correcta sobre sus alumnos. El maestro cuya capacidad
física ya está debilitada por la enfermedad o el exceso de trabajo
debería prestar especial atención a las leyes de la vida. Debería
tomarse tiempo para la recreación. No debería cargar sobre sí mismo
responsabilidades adicionales a su trabajo escolar, las cuales lo
abrumarán física o mentalmente tanto su sistema nervioso que se
desequilibra; porque en este caso se incapacita para tratar con las
mentes y no puede hacer justicia a sí mismo o a sus alumnos.—
Fundamentals of Christian Education, 147 (1890)
.
Comprender las diferentes necesidades
—Se me mostró que
los médicos en nuestro Instituto deberían ser hombres y mujeres
de fe y espiritualidad. Deberían poner en Dios su confianza. Hay
muchos que vienen al Instituto que se provocaron enfermedades de
casi todo tipo por su complacencia pecaminosa.
Esta clase de personas no merece la simpatía que con frecuencia
requieren. Y resulta penoso que los médicos dediquen tiempo y
esfuerzos a estas personas, degradadas física, mental y moralmente.
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Pero hay un grupo de personas que vivieron en violación de
las leyes naturales por ignorancia. Trabajaron y comieron en for-
ma intemperante porque tal era la costumbre. Algunos sufrieron
mucho a mano de muchos médicos pero no mejoraron sino que
indudablemente empeoraron. Al fin son arrancados de sus tareas, y
de la sociedad, de sus familiares; y como último recurso vienen al
Instituto con una débil esperanza de que puedan encontrar alivio.