Página 82 - Mente, C

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Mente, Cáracter y Personalidad 1
Se necesitan paciencia, tacto y sabiduría
—Para tratar con éxi-
to con estas diversas mentes, el maestro necesita ejercitar mucho
tacto y delicadeza en su dirección, al mismo tiempo que firmeza en el
gobierno. Con frecuencia, se manifestará desagrado y hasta despre-
cio por los reglamentos debidos. Algunos ejercitarán su ingenio para
evitar las penalidades, mientras que otros ostentarán una temeraria
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indiferencia para con las consecuencias de la transgresión. Todo
esto exigirá paciencia, tolerancia y sabiduría de parte de aquellos
a quienes se ha confiado la educación de estos jóvenes.—
Consejos
para los Maestros Padres y Alumnos, 251; 203 (1913)
.
Una conducta que puede dejar cicatrices y heridas irrepara-
bles
—Un maestro puede tener suficiente educación y conocimiento
en las ciencias para instruir, pero ¿se ha averiguado si tiene tacto y
sabiduría para tratar con las mentes humanas? Si los instructores no
tienen el amor de Cristo en su corazón, no son idóneos para llevar las
graves responsabilidades confiadas a quienes educan a los jóvenes.
Careciendo ellos mismos de la educación superior, no saben tratar
con las mentes humanas. Su propio corazón insubordinado procura
dominar; el sujetar a una disciplina tal el carácter y la mente plástica
de los niños es dejar sobre ésta cicatrices y magulladuras que nunca
se eliminarán.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 185;
149 (1913)
.
Se requiere el discernimiento más sutil
—El Señor me ha mos-
trado, de muchas maneras y en diversas ocasiones, cuán cuidadosa-
mente debemos obrar con los jóvenes,—que se requiere el discerni-
miento más sutil para tratar con las mentes. Todo aquel que tenga
algo que ver con la educación y preparación de los jóvenes, necesita
vivir muy cerca del gran Maestro, para participar de su Espíritu y
manera de trabajar. Tiene que dar lecciones que afecten el carácter
y la obra de toda la vida de aquellos a quienes instruye.—
Obreros
Evangélicos, 348 (1915)
.
El elemento personal es esencial
—En toda enseñanza verda-
dera, es esencial la relación personal. Al enseñar, Cristo trató indivi-
dualmente con los hombres. Educó a los doce por medio del trato
y la asociación personales. Sus más preciosas instrucciones fueron
dadas en privado, y con frecuencia a un solo oyente. Reveló sus más
ricos tesoros al honorable rabino en la entrevista nocturna celebrada
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en el Monte de los Olivos, y a la mujer despreciada, junto al pozo