Página 81 - Mente, C

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Comprensión
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Un hombre apasionado no debe tratar con las mentes
—La
carencia de una fe firme y de discernimiento en las cosas sagradas
debieran ser causas suficientes para separar a cualquier hombre de
la obra de Dios. De la misma manera, el ceder al mal genio, el
espíritu rudo y dominador, ponen de manifiesto que quien los posee
no debe ser puesto donde tenga que decidir asuntos importantes
que afectan la heredad de Dios. Un hombre apasionado no debiera
tener trato alguno con las mentes humanas. No se le puede confiar la
atención de asuntos que se relacionan con los que Cristo compró a un
precio infinito. Si se pone a dirigir hombres, herirá y magullará sus
almas; porque carece del toque refinado y la delicada sensibilidad
que imparte la gracia de Cristo. Su propio corazón necesita ser
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enternecido, subyugado por el Espíritu de Dios; el corazón de piedra
no se ha transformado en corazón de carne.—
Testimonios para los
Ministros, 261 (1896)
.
Cualidades necesarias para comprender las mentes (conse-
jos a un colportor)
—Hay más dificultades en esta obra que en
algunos otros ramos comerciales; pero las lecciones aprendidas, el
tacto y la disciplina, os capacitarán para otros campos de utilidad,
donde podréis ministrar en favor de las almas. Los que aprenden
en forma muy pobre las lecciones y son descuidados y bruscos al
acercarse a las personas, manifestarán la misma falta de tacto y ha-
bilidad al tratar con las mentes, si entraran en el ministerio...—
El
Colportor Evangélico, 52 (1902)
.
Afrontar los impulsos, la impaciencia, el orgullo y la estima
propia
—El tratar con las mentes humanas es la obra más delicada
que se haya confiado alguna vez a los mortales, y los maestros
necesitan constantemente la ayuda del Espíritu de Dios para poder
hacer correctamente su trabajo. Entre los jóvenes que asisten a la
escuela se encontrará una gran diversidad de caracteres y educación.
El maestro hará frente a los impulsos, la impaciencia, el orgullo,
el egoísmo, y la estima propia desmedida. Algunos de los jóvenes
han vivido en un ambiente de restricción arbitraria y dureza, que
ha desarrollado en ellos un espíritu de obstinación y desafío. Otros
han sido mimados, y sus padres, excediéndose en sus afectos, les
han permitido seguir sus propias inclinaciones. Han disculpado sus
defectos hasta deformarles el carácter.—
Consejos para los Maestros
Padres y Alumnos, 251; 203 (1913)
.