Página 101 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Los ángeles buenos son más poderosos que los malos ángeles
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perentoriamente. “Vete, Satanás—dijo Cristo—porque escrito está:
Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”.
Mateo 4:10
.
Fue suficiente. Satanás no pudo ir más adelante. Angeles sir-
vieron al Salvador. Angeles le trajeron el alimento. Ninguna mente
humana puede comprender la rudeza de ese conflicto. Estaban en
juego el bienestar de toda la familia humana y de Cristo mismo. Una
concesión de parte de Cristo, una palabra de concesión, y el mundo
hubiera sido demandado por Satanás como suyo. Así suponía él, el
príncipe de la potestad de las tinieblas, que comenzaría su gobierno.
Apareció ante Cristo un ángel del cielo, pues el conflicto había ter-
minado. El poder humano estuvo a punto de fracasar, pero todo el
cielo cantó el himno de victoria eterna.
En sus conflictos con Satanás, la familia humana dispone de toda
la ayuda que tuvo Cristo. No necesitamos ser vencidos. Podemos
ser más que vencedores mediante Aquel que nos ha amado y ha
dado su vida por nosotros. “Habéis sido comprados por precio”.
1
Corintios 6:20
. ¡Y qué precio! En su humanidad, el Hijo de Dios
luchó con las mismísimas terribles y aparentemente abrumadoras
tentaciones que asaltan al hombre: tentaciones a complacer el apetito,
a aventurarse atrevidamente donde Dios no nos conduce, y a adorar
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al dios de este mundo, a sacrificar una eternidad de bienaventuranza
por los placeres fascinadores de esta vida. Cada uno será tentado,
pero declara la Palabra que no seremos tentados más allá de lo que
podamos soportar. Podemos resistir y vencer al astuto enemigo.
Un cielo que ganar
Cada alma tiene un cielo que ganar y un infierno que evitar. Y los
seres angelicales siempre están dispuestos a venir en ayuda del alma
probada y tentada. El, el Hijo del Dios infinito, soportó la prueba
y la aflicción en nuestro lugar. Delante de cada alma, se levanta
vívidamente la cruz del Calvario. Cuando sean juzgados los casos
de todos, y ellos [los perdidos] sean entregados para sufrir por haber
desdeñado a Dios, por no haber tomado en cuenta el honor divino
y por su desobediencia, nadie tendrá una excusa, nadie necesitará
haber perecido. Dependió de su propia elección quién habría de ser
su príncipe, Cristo o Satanás. Toda la ayuda que recibió Cristo la
puede recibir cada hombre en la gran prueba. La cruz se levanta