¿Cuánto valemos?
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hacerlo”. “¡Escribe! ¡escribe! fueron las palabras pronunciadas otra
vez. Tomé pluma y papel, y comencé a escribir, y cuánto he escrito
desde entonces, es imposible calcularlo. El vigor, el poder, eran de
Dios.
Desde aquel tiempo, los libros que he escrito han sido publicados
en muchísimos idiomas y han ido a todas las partes de la tierra. Hace
poco, recibí la noticia de que un ejemplar de uno de mis libros había
sido amablemente recibido por la reina [emperatriz] de Alemania, y
que ella había escrito una carta favorable para expresar su aprecio
por ese libro. Toda la honra sea para el Señor.
Por nosotros mismos no podemos hacer nada bueno. Pero tene-
mos el privilegio de colocarnos en la debida relación con Dios y
determinar que, mediante su ayuda, haremos nuestra parte en esta
obra para mejorarla. Se revelará la gloria de Dios en la vida de
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los que humildemente, pero sin vacilaciones, llevan a cabo esta re-
solución. Sé esto por experiencia. No he tenido poder propio. He
comprendido que debo hacer depender de Jesucristo mi alma des-
valida, y como resultado de hacer esto, de orar y de creer, ha ido
delante de mí la salvación de Dios y ha seguido la gloria del Señor.
Os digo lo que sé para vuestro ánimo y consuelo. Armonicemos
nuestra vida con Dios. ¿Qué satisfacción se ha de hallar en confor-
marse con las costumbres de este mundo? Tenéis una obra mejor
que hacer. Modelad el carácter. Usad cada facultad, cada nervio,
cada músculo, cada pensamiento, cada acción para la gloria de Dios.
Entonces veréis, como no habéis visto nunca antes, la salvación de
Dios que os precede.
No tengo nada de qué quejarme. El Señor nunca me ha chas-
queado. Dejé a mi esposo en la tumba hace 22 años, y varios años
más tarde, cuando se tomó la decisión de que más misioneros debían
ir a Australia para unirse con los pocos que habían sido enviados,
fuimos allí para fortalecer las manos de nuestros hermanos y para
establecer la obra correctamente en ese nuevo centro. Allí hicimos
mucha obra de avanzada.
Ayuda en el establecimiento de un colegio
Vimos la gran necesidad de un colegio en el que las señoritas
y los jóvenes promisorios pudieran prepararse para el servicio del