Exhortaciones a lograr un reavivamiento
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fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”.
Romanos 12:11
. Uno
es nuestro Maestro, Cristo. A él hemos de mirar. De él hemos de
recibir nuestra sabiduría. Por su gracia, hemos de preservar nuestra
integridad, permaneciendo delante de Dios en humildad y contrición,
y representándolo ante el mundo.
Ha habido gran demanda de sermones en nuestras iglesias. Los
miembros han dependido de las declamaciones del púlpito en vez
de depender del Espíritu Santo. No habiendo sido demandados y no
habiendo sido usados, los dones espirituales que les fueron concedi-
dos han menguado hasta ser débiles. Si los ministros avanzaran en
nuevos campos, los miembros se verían obligados a llevar responsa-
bilidades, y sus facultades aumentarían al ser usadas.
Contra los ministros y los miembros Dios presenta graves acusa-
ciones de debilidad espiritual cuando dice: “Yo conozco tus obras,
que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por
cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Por-
que tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa
tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable,
pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí com-
pres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas
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para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y
unge tus ojos con colirio, para que veas”.
Apocalipsis 3:15-18
. Dios
demanda un reavivamiento y una reforma espirituales. A menos que
suceda esto, los que son tibios serán cada vez más detestables para
el Señor hasta que él rehúse reconocerlos como a sus hijos.
Deben realizarse un reavivamiento y una reforma bajo la minis-
tración del Espíritu Santo. Reavivamiento y reforma son dos cosas
diferentes. Reavivamiento significa una renovación de la vida espi-
ritual, una vivificación de las facultades de la mente y del corazón,
una resurrección de la muerte espiritual. Reforma significa una reor-
ganización, un cambio en las ideas y teorías, hábitos y prácticas. La
reforma no producirá los buenos frutos de justicia a menos que esté
relacionada con el reavivamiento del Espíritu. El reavivamiento y la
reforma han de efectuar su obra asignada y deben entremezclarse al
hacer esta obra.—
The Review and Herald, 25 de febrero de 1902
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