Página 132 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
harían más provecho que si estuviera hablando al frío oído de los
muertos.
Debe levantarse la iglesia para la acción. El Espíritu de Dios
nunca podrá venir hasta que ella le prepare el camino. Debe haber
un ferviente escudriñamiento de corazón. Debe haber oración unida
y perseverante y, mediante la fe, una demanda de las promesas de
Dios. No debemos vestirnos con cilicios como en la antigüedad,
sino debe haber una profunda humillación del alma. No tenemos
el menor motivo para felicitarnos a nosotros mismos ni exaltarnos.
Debiéramos humillarnos bajo la poderosa mano de Dios. El vendrá
para consolar y bendecir a los que lo buscan de verdad.
La obra está delante de nosotros. ¿Nos ocuparemos de ella?
Debemos trabajar rápidamente, debemos avanzar continuamente. No
tenemos tiempo que perder, no tenemos tiempo para ocuparnos en
propósitos egoístas. Ha de ser amonestado el mundo. ¿Qué estamos
haciendo individualmente para llevar la luz ante otros? Dios ha
dejado su obra para cada hombre; cada uno tiene una parte que
hacer, y no podemos descuidar esa obra, a menos que pongamos en
peligro nuestras almas.
Oh mis hermanos, ¿contristaréis al Espíritu Santo y lo haréis ale-
jarse? ¿Excluiréis al bendito Salvador porque no estáis preparados
para su presencia? ¿Dejaréis que las almas perezcan sin el conoci-
miento de la verdad porque amáis demasiado vuestra comodidad
para llevar la carga que Jesús llevó por vosotros? Despertemos del
sueño. “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo,
como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar”.
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Pedro 5:8
.—
The Review and Herald, 22 de marzo de 1887
.
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La reforma acompaña al reavivamiento
En muchos corazones parece haber apenas un hálito de vida
espiritual. Esto me entristece mucho. Temo que no se haya man-
tenido una lucha agresiva contra el mundo, la carne y el demonio.
Debido a un cristianismo medio muerto, ¿continuaremos alentando
el egoísta y codicioso espíritu del mundo, compartiendo su impiedad
y favoreciendo su falsedad? ¡No! Por la gracia de Dios, seamos
constantes en los principios de la verdad, manteniendo firme hasta
el fin el principio de nuestra confianza. Hemos de ser “no perezosos;