Página 193 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Cuidaos de fijar fechas
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de excitación, hemos de aprovechar sabiamente las oportunidades
presentes haciendo lo que debe hacerse a fin de que sean salvas
las almas. En vez de consumir las facultades de nuestra mente en
especulaciones acerca de los tiempos y las sazones que el Señor
ha dejado en su sola potestad y ha retenido de los hombres, hemos
de entregarnos al control del Espíritu Santo, a la ejecución de los
deberes actuales, a dar el pan de vida, sin mezcla de opiniones
humanas, a las almas que están pereciendo por la verdad.
Satanás está siempre dispuesto a llenar la mente con teorías
y cálculos que desvíen a los hombres de la verdad presente y los
inhabiliten para dar el mensaje del tercer ángel al mundo. Siempre
ha sido así, pues nuestro Salvador con frecuencia tenía que hablar
reprochando a los que se entregaban a especulaciones y estaban
siempre haciendo preguntas en cuanto a cosas que el Señor no había
revelado. Jesús había venido a la tierra para impartir importantes
verdades a los hombres y deseaba impresionar su mente con la
necesidad de recibir y obedecer sus preceptos e instrucciones, y de
efectuar sus deberes actuales, y sus pláticas eran de tal naturaleza
que impartían conocimiento para su uso inmediato y diario.
Dijo Jesús: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único
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Dios verdadero, y a Jesucrito, a quien has enviado”.
Juan 17:3
. Todo
lo que fue hecho y dicho tenía este único propósito en vista: ase-
gurar firmemente la verdad en la mente de ellos para que pudieran
conseguir vida eterna. Jesús no vino para asombrar a los hombres
con grandes anuncios de algún tiempo especial cuando ocurriría
algún gran acontecimiento, sino que vino para instruir y salvar a
los perdidos. No vino para despertar curiosidad y complacerla, pues
sabía que eso sólo aumentaría el apetito por lo curioso y lo maravillo-
so. Su propósito era impartir conocimiento por el cual los hombres
pudieran aumentar su vigor espiritual y avanzar en el camino de la
obediencia y de la verdadera santidad. Dio sólo las instrucciones
que podían ser apropiadas para las necesidades de la vida diaria, tan
sólo aquellas verdades que podían ser dadas a otros para el mismo
destino.
No hizo nuevas revelaciones a los hombres, sino que les hizo
entender verdades que habían estado oscurecidas por mucho tiempo
o que habían sido puestas fuera de su lugar por las falsas enseñanzas
de los sacerdotes y maestros. Jesús colocó de nuevo las gemas de