Página 217 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Capítulo 26—La perfecta le
Cristo y la Ley
La ley de Dios, tal como se presenta en las Escrituras, es amplia
en sus requerimientos. Cada principio es santo, justo y bueno. La
ley impone a los hombres obligaciones frente a Dios. Alcanza hasta
los pensamientos y sentimientos, y producirá una convicción de
pecado en todo el que esté persuadido de haber transgredido sus
requerimientos. Si la ley abarcara sólo la conducta externa, los
hombres no serían culpables de sus pensamientos, deseos y designios
erróneos. Pero la ley requiere que el alma misma sea pura y la mente
santa, que los pensamientos y sentimientos estén de acuerdo con la
norma de amor y justicia.
En sus enseñanzas, Cristo mostró cuán abarcantes son los prin-
cipios de la ley pronunciados desde el Sinaí. Hizo una aplicación
viviente de aquella ley cuyos principios permanecen para siempre
como la gran norma de justicia: la norma por la cual serán juzgados
todos en aquel gran día, cuando el juez se siente y se abran los libros.
El vino para cumplir toda justicia y, como cabeza de la humanidad,
para mostrarle al hombre que puede hacer la misma obra, haciendo
frente a cada especificación de los requerimientos de Dios. Mediante
la medida de su gracia proporcionada al instrumento humano, na-
die debe perder el cielo. Todo el que se esfuerza, puede alcanzar la
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perfección del carácter. Esto se convierte en el fundamento mismo
del nuevo pacto del Evangelio. La ley de Jehová es el árbol. El
Evangelio está constituido por las fragantes flores y los frutos que
lleva.
Cuando el Espíritu de Dios le revela al hombre todo el significado
de la ley, se efectúa un cambio en el corazón. La fiel descripción de
su verdadero estado, hecha por el profeta Natán, movió a David a
comprender sus pecados y lo ayudó a desprenderse de ellos. Aceptó
mansamente el consejo y se humilló delante de Dios. “La ley de
Este Artículo Apareció en
The Review And Herald, 5 de abril De 1898
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