Página 228 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
para vencerlo. A fin de llegar a ser el Abogado del hombre delante
del Padre, el Salvador había de vivir su vida en la tierra tal como
deben hacerlo todos los seres humanos, aceptando sus adversidades,
dolores y tentaciones. En la forma de la criaturita de Belén había
de hacerse uno con la raza humana y mediante una vida intachable
desde el establo a la cruz mostraría que el hombre, por una vida
de arrepentimiento y fe en Cristo, podría ser restaurado al favor
de Dios. Proporcionaría al hombre gracia redentora y perdón de
pecados. Si los hombres retornaban a su lealtad y no desobedecían
más, recibirían el perdón.
En la debilidad humana, Cristo había de hacer frente a las tenta-
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ciones que presentaba un ser dotado de las facultades más elevadas
que Dios haya conferido a la familia angélica. Pero la humanidad de
Cristo estaba unida con la divinidad y en esa fortaleza podía soportar
todas las tentaciones que Satanás acumulara contra él, y sin embargo
mantendría su alma inmaculada sin pecado. Y ese poder para vencer,
Cristo lo daría a cada hijo e hija de Adán que aceptara por fe los
justos atributos de su carácter.
Dios amó tan tiernamente al mundo que dio a su Unigénito para
que cualquiera que lo aceptara pudiera tener poder para vivir la
vida justa de Cristo. Jesús demostró que es posible que el hombre se
aferre por fe del poder de Dios. Demostró que, por el arrepentimiento
y el ejercicio de la fe en la justicia de Cristo, el pecador puede
ser reconciliado con Dios y puede llegar a ser participante de la
naturaleza divina, venciendo la corrupción que hay en el mundo
debido a la concupiscencia.
Hoy Satanás presenta las mismas tentaciones que presentó a
Cristo, ofreciéndonos los reinos del mundo a cambio de nuestra
sumisión. Pero no tienen poder las tentaciones de Satanás sobre
aquel que contempla a Jesús como el autor y consumador de su fe.
No puede hacer pecar al que acepte por fe las virtudes de Aquel que
fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna”. No puede ser vencido el que se arrepiente de sus
pecados y acepta el don de la vida del Hijo de Dios. Aferrándose
por fe de la naturaleza divina, llega a ser un hijo de Dios. Ora, cree.
Cuando es tentado y probado, demanda el poder que Cristo dio