Página 227 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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La enemistad de Satanás contra la ley
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su conducta y su voluntad a las enseñanzas positivas de la Palabra, y
el mundo está sumergido en rebelión y pecado.
Esta obra de oposición a la ley de Dios tuvo su comienzo en
las cortes celestiales con Lucifer, el querubín cubridor. Satanás se
propuso ser primero en los concilios celestiales, e igual a Dios. Co-
menzó su obra de rebelión con los ángeles que estaban a sus órdenes,
procurando difundir entre ellos el espíritu de descontento. Y trabajó
en una forma tan engañosa que muchos de los ángeles se decidieron
por su causa antes de que se conocieran plenamente sus propósitos.
Aun los ángeles leales no pudieron discernir plenamente su carácter
ni ver dónde llevaba su obra. Cuando Satanás consiguió ganar a
muchos ángeles para su bando, llevó su causa a Dios, pretendiendo
que era el deseo de los ángeles que él ocupara el puesto que tenía
Cristo.
El mal continuó obrando hasta que el espíritu de descontento se
tradujo en una revuelta activa. Entonces hubo guerra en el cielo y
Satanás, con todos sus simpatizantes, fue expulsado. Satanás había
lidiado en procura del dominio en el cielo, y había perdido la batalla.
Dios no podía dispensarle más honor y supremacía, y éstos le fueron
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quitados junto con la parte que había tenido en el gobierno del cielo.
Desde entonces Satanás y su ejército aliado han sido los enemi-
gos declarados de Dios en nuestro mundo, y han luchado siempre
contra la causa de la verdad y la justicia. Satanás ha continuado
presentando a los hombres, así como lo hizo a los ángeles, sus falsas
descripciones de Cristo y de Dios, y ha ganado al mundo para su
bando. Aun las iglesias que profesan ser cristianas se han puesto del
lado del primer gran apóstata.
Satanás se describe a sí mismo como el príncipe del reino de
este mundo y en ese carácter se aproximó a Cristo en la última de
sus tres grandes tentaciones en el desierto. “Todo esto te daré, si
postrado me adorares”, le dijo al Salvador, señalando los reinos de
este mundo que Satanás había hecho pasar delante de Jesús.
En las cortes celestiales, Cristo había sabido que llegaría el
tiempo cuando debería hacer frente al poder de Satanás y debía
vencerlo, si la raza humana había de ser salvada alguna vez de
su dominio. Y cuando llegó ese tiempo, el Hijo de Dios depuso
su corona real y su manto regio, y revistiendo su divinidad con
humanidad, vino a la tierra para hacer frente al príncipe del mal y