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Mensajes Selectos Tomo 1
se inclinó tan bajo, sin perder un átomo de su dignidad y gloria.
Se inclinó a la pobreza y la más profunda humillación entre los
hombres. Por nuestra causa se hizo pobre, para que por su pobreza
pudiéramos ser hechos ricos. Dijo: “Las zorras tienen guaridas, y las
aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene dónde recostar
su cabeza”.
Mateo 8:20
.
Cristo se sometió al insulto y la burla, al desprecio y al ridículo.
Oyó cómo se falseaba y aplicaba mal su mensaje, que estaba lleno de
amor, bondad y misericordia. Oyó que a él lo llamaban el príncipe de
los demonios porque testificaba que era Hijo de Dios. Su nacimiento
fue sobrenatural, pero para su propia nación, para los que tenían
cegados los ojos a las cosas espirituales, fue considerado como un
borrón y una mancha. No hubo una gota de nuestra amarga pena
que él no probara, ninguna parte de nuestra maldición que él no
soportara para que pudiera llevar hasta Dios a muchos hijos e hijas.
El hecho de que Jesús fue en esta tierra como un varón de
dolores, experimentado en quebranto, el hecho de que dejara su hogar
celestial a fin de salvar al hombre caído de la ruina eterna, debiera
pulverizar todo nuestro orgullo, avergonzar nuestra vanidad y debiera
revelarnos el pecado de la suficiencia propia. Contempladlo haciendo
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suyas las necesidades, las pruebas, los dolores y los sufrimientos
de los hombres pecaminosos. ¿No podemos asimilar la enseñanza
de que Dios soportó esos sufrimientos y heridas del alma corno
consecuencia del pecado?
Cristo vino a la tierra tomando la humanidad y presentándose
como representante del hombre para mostrar que, en el conflicto con
Satanás, el hombre tal como Dios lo creó, unido con el Padre y el
Hijo, podía obedecer todos los requerimientos divinos. Hablando por
medio de su siervo, declara: “Sus mandamientos no son gravosos”.
1 Juan 5:3
. Fue el pecado el que separó al hombre de su Dios, y es
el pecado el que mantiene esa separación.
La profecía en el Edén
La enemistad a que se hace referencia en la profecía del Edén
no iba a quedar restringida meramente a Satanás y al Príncipe de
la vida. Debía ser universal. Satanás y sus ángeles habían de sentir
la enemistad de toda la humanidad. Dijo Dios: “Pondré enemistad