Página 273 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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La tentación de Cristo
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fino con el pecado. Al hombre, creado para ser soberano en el Edén,
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lo había transformado en un esclavo en la tierra que gemía bajo la
maldición del pecado. Después de su transgresión, desapareció de
Adán el halo de gloria que Dios le había dado cuando era santo,
y que lo cubría como un manto. La luz de la gloria de Dios no
podía cubrir la desobediencia y el pecado. En lugar de la salud y
de la plenitud de las bendiciones, la pobreza, la enfermedad y los
sufrimientos de todo tipo habían de ser la suerte de los hijos de
Adán.
Por su poder engañador, Satanás había guiado a los hombres
mediante vanas filosofías a poner en duda y finalmente a dejar
de creer en la revelación divina y en la existencia de Dios. Podía
contemplar panorámicamente un mundo de degradación moral y
una raza expuesta a la ira de un Dios retribuidor del pecado. Con
perverso triunfo, podía ver que había tenido tanto éxito en oscurecer
la senda de tantos y que los había inducido a transgredir la ley de
Dios. Revestía el pecado con atracciones agradables para asegurar
la ruina de muchos.
Pero su estratagema de mayor éxito ha sido la de ocultar su
verdadero propósito y su verdadero carácter, presentándose a sí mis-
mo como amigo del hombre y como benefactor de la raza humana.
Halaga a los hombres con la fábula agradable de que no hay un
enemigo rebelde, que no hay un enemigo mortal contra el cual ne-
cesitan precaverse, y que es pura ficción la existencia de un diablo
personal. Mientras así oculta su existencia, reúne a miles bajo su
dominio. Los está engañando, como trató de engañar a Cristo, con
la impostura de que él es un ángel del cielo que hace una buena obra
para la humanidad. Y las multitudes están tan cegadas por el pecado,
que no pueden discernir los artificios de Satanás, y lo honran como
si fuera un ángel celestial, al paso que él está realizando la ruina
eterna de ellos.
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