Página 272 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
complacencia del apetito. Se jactaba de que el mismo Hijo de Dios,
que estuvo con Moisés y Josué, no pudiera resistir a su poder y guiar
hasta Canaán al pueblo favorecido por su elección, pues murieron
en el desierto casi todos los que salieron de Egipto. También había
tentado a Moisés, el hombre manso, para que se apoderara de la
gloria que Dios demandaba. Mediante la complacencia del apetito
y de las pasiones había inducido a David y a Salomón, que habían
sido especialmente favorecidos por Dios, a que incurrieran en el
desagrado de Dios. Y se jactaba de que todavía podría tener éxito en
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torcer el propósito de Dios de salvar al hombre mediante Jesucristo.
En el desierto de la tentación, Cristo estuvo sin alimento durante
cuarenta días. En ocasiones especiales, Moisés había estado ese
mismo período sin alimento. Pero no sintió las angustias del hambre.
No fue tentado y acosado, como el Hijo de Dios, por un enemigo vil
y poderoso. Moisés estuvo elevado por encima de lo humano. Fue
sostenido especialmente por la gloria de Dios que lo rodeaba.
Terribles efectos del pecado en el hombre
Satanás había tenido tanto éxito en engañar a los ángeles de
Dios y en la caída del noble Adán, que pensó que tendría éxito en
vencer a Cristo en su humillación. Contempló con gozo placente-
ro el resultado de sus tentaciones y el aumento del pecado en las
continuas transgresiones de la ley de Dios por más de cuatro mil
años. Había provocado la ruina de nuestros primeros padres, había
traído el pecado y la muerte al mundo y había llevado a la ruina a
multitudes en todos los siglos, países y clases. Por su poder, había
regido ciudades y naciones hasta que sus pecados habían provocado
la ira de Dios, quien las había destruido por fuego, agua, terremotos,
espada, hambre y pestilencias. Mediante sus astutos e incansables
esfuerzos, había dominado el apetito y había excitado y fortalecido
las pasiones hasta tal punto que había desfigurado y casi raído la
imagen de Dios en el hombre. La dignidad física y moral del hombre
habían sido destruidas hasta tal punto, que no tenía sino un vago
parecido en carácter y perfección de forma con los que dignificaron
a Adán y a Eva.
En el primer advenimiento de Cristo, Satanás había degradado
al hombre de su excelsa pureza original y había oscurecido el oro