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Mensajes Selectos Tomo 1
Mientras asciende Cristo, en el acto de bendecir a sus discípulos,
un ejército de ángeles lo rodea como una nube. Cristo lleva consigo
a la multitud de cautivos. Los presentará ante el Padre como a las
primicias de los que duermen, como una evidencia de que ha vencido
la muerte y el sepulcro. En los portales de la ciudad de Dios, una
innumerable hueste de ángeles espera su llegada. Al acercarse, los
ángeles que hacen de escolta se dirigen con tonos triunfantes a los
que están en las puertas:
“Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
y alzaos vosotras, puertas eternas,
y entrará el Rey de gloria”.
“¿Quién es este Rey de gloria?” preguntan los ángeles que aguar-
dan.
“Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla.
Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
y alzaos vosotras, puertas eternas,
y entrará el Rey de gloria”.
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Otra vez preguntan los ángeles que esperan: “¿Quién es este
Rey de gloria?” Y los ángeles de la escolta responden con acordes
melodiosos: “Jehová de los ejércitos, él es el Rey de la gloria”.
Salmos 24:7-10
. Entonces son abiertos de par en par los portales de
la ciudad de Dios y penetra rápidamente la hueste angélica.
Allí está el trono, y en torno de él el arco de la promesa. Hay
serafines y querubines. Los ángeles lo rodean, pero Cristo les indica
que se alejen. Entra en la presencia del Padre. Muestra el símbolo
de su triunfo: las primicias, los resucitados con él, los representantes
de los muertos cautivos que saldrán de sus tumbas cuando suene
la trompeta. Se aproxima al Padre, y si hay gozo en el cielo por
un pecador que se arrepiente, si el Padre se regocija por uno con
cánticos, procure captar esto la imaginación. Cristo dice: Padre,
consumado es. He hecho tu voluntad, oh mi Dios. He completado la
obra de la redención. Si tu justicia está satisfecha, “aquellos que me
has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo”.