Unidos con la vid divina
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que obedece a Dios, tiene la mente de Cristo y la voluntad de Dios
se convierte en su voluntad.
El que se coloque sin reservas bajo la dirección del Espíritu de
Dios encontrará que su mente se expande y se desarrolla. Obtiene
una educación en el servicio de Dios que no es unilateral ni deficien-
te. No desarrolla un carácter unilateral sino uno que es simétrico y
completo. Debilidades que se han manifestado en una voluntad va-
cilante y un carácter sin energía son vencidas, pues la consagración
continua y la piedad colocan al hombre en una relación tan íntima
con Cristo, que tiene la mente de Cristo. Es uno con Cristo, al tener
principios sanos y sólidos. Su percepción es clara y manifiesta esa
sabiduría que procede de Dios. Dice Santiago: “¿Quién es sabio y
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entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras
en sabia mansedumbre”.
Santiago 3:13
. “La sabiduría que es de lo
alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena
de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.
Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la
paz”.
Santiago 3:17, 18
. Esta es la sabiduría manifestada por aquel
que toma el cáliz de la salvación e implora en el nombre del Señor.
Esta salvación, que ofrece perdón al transgresor, le presenta la justi-
cia que soportará el examen del Omnisapiente, da victoria sobre el
poderoso enemigo de Dios y del hombre, le proporciona vida eterna
y gozo al que la recibe, y bien puede ser un tema de regocijo para
los humildes que oyen de ella y se regocijan.
La parábola de la oveja perdida
La bella parábola que presentó Cristo de la oveja perdida, del
pastor que dejó a las noventa y nueve para ir en busca de la que
estaba perdida, ilustra la obra de Cristo, la condición del pecador
y el regocijo del universo por la salvación del alma. El pastor no
consideró descuidadamente a la oveja y dijo: “Tengo noventa y
nueve, y me costará demasiada molestia ir en busca de la extraviada.
Que regrese, y le abriré la puerta del redil para que pueda entrar,
pero no puedo ir en su búsqueda”. No. Tan pronto como se descarría
la oveja, el rostro del pastor se llena de dolor y ansiedad. Cuenta
y recuenta el rebaño, y cuando está cierto de que está perdida una
oveja, no dormita. Deja a las noventa y nueve dentro del redil, y no