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Mensajes Selectos Tomo 1
Hemos de crecer diariamente en belleza espiritual. Fracasaremos
con frecuencia en nuestros esfuerzos de imitar el modelo divino.
Con frecuencia tendremos que prosternarnos para llorar a los pies
de Jesús debido a nuestras faltas y errores, pero no hemos de desani-
marnos. Hemos de orar más fervientemente, creer más plenamente
y tratar otra vez, con mayor firmeza, de crecer a la semejanza de
nuestro Señor. Al desconfiar de nuestro propio poder, confiaremos
en el poder de nuestro Redentor y daremos alabanza al Señor, quien
es la salud de nuestro rostro y nuestro Dios.
Siempre que hay unión con Cristo, hay amor. No valen nada
cualesquiera sean los otros frutos que demos, si falta el amor. El
amor a Dios y a nuestros prójimos es la misma esencia de nuestra
religión. Nadie puede amar a Cristo sin amar a los hijos de él.
Cuando estamos unidos con Cristo, tenemos la mente de Cristo.
La pureza y el amor brillan en el carácter, la humildad y la verdad
rigen la vida. La misma expresión del rostro es cambiada. Cristo,
que habita en el alma, ejerce un poder transformador, y el aspecto
externo da testimonio de la paz y del gozo que reinan en lo interior.
Bebemos del amor de Cristo así como la rama obtiene su alimento
de la vid. Si estamos injertados en Cristo, si fibra tras fibra hemos
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sido unidos con la Vid viviente, daremos evidencias de ese hecho
dando ricos racimos de fruto viviente. Si estamos conectados con
la Luz, seremos conductos de luz y reflejaremos la luz al mundo en
nuestras palabras y obras. Los que son verdaderamente cristianos
están unidos con la cadena de amor que une a la tierra con el cielo,
que une al hombre finito con el Dios infinito. La luz que brilla en el
rostro de Jesús brilla en el corazón de sus seguidores para la gloria
de Dios.
Contemplando hemos de llegar a ser transformados, y cuando
meditemos en la perfección del Modelo divino, desearemos llegar a
ser plenamente transformados y renovados a la imagen de su pureza.
Por fe en el Hijo de Dios se lleva a cabo la transformación en el
carácter, y el hijo de la ira llega a ser el hijo de Dios. Pasa de muerte
a vida; llega a ser espiritual y discierne las cosas espirituales. La sa-
biduría de Dios le ilumina la mente, y contempla cosas maravillosas
que provienen de la ley divina. Cuando un hombre es convertido por
la verdad, prosigue la obra de transformación del carácter. Tiene una
medida aumentada de entendimiento. Al convertirse en un hombre