Capítulo 51—Unidos con la vid divin
Cristo, el Divino Portador del Pecado
“SI ALGUNO está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas
pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
2 Corintios 5:17
. Única-
mente el poder divino puede regenerar el corazón humano e imbuir
a las almas con el amor de Cristo, lo cual siempre se manifestará
en forma de amor hacia aquellos por quienes él murió. El fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, tolerancia, bondad, fe, mansedumbre,
templanza. Cuando un hombre se convierte a Dios, adquiere un
nuevo gusto moral, le es dada una nueva fuerza motriz y ama las
cosas que Dios ama, pues su vida está unida con la vida de Jesús
mediante la cadena áurea de las inmutables promesas. Amor, gozo,
paz y gratitud inexpresable saturarán el alma, y el lenguaje de la per-
sona bendecida será: “Tu benignidad me ha engrandecido”.
Salmos
18:35
.
Pero se chasquearán los que esperan contemplar un cambio
mágico en su carácter sin que haya un esfuerzo decidido de su parte
para vencer el pecado. Mientras contemplemos a Jesús, no tendremos
razón para temer, no tendremos razón para dudar que Cristo es capaz
de salvar hasta lo último a todos los que acuden a él. Pero podemos
temer constantemente, para que nuestra vieja naturaleza no gane
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otra vez la supremacía, no sea que el enemigo invente alguna trampa
por la cual seamos otra vez sus cautivos. Hemos de ocuparnos de
nuestra salvación con temor y temblor, pues Dios es el que obra
en vosotros el querer y el hacer su buena voluntad. Con nuestras
facultades limitadas, hemos de ser tan santos en nuestra esfera como
Dios es santo en la suya. Hasta donde alcance nuestra capacidad,
hemos de manifestar la verdad, el amor y la excelencia del carácter
divino. Así como la cera recibe la impresión del sello, así el alma
ha de recibir la impresión del Espíritu de Dios y ha de retener la
imagen de Cristo.
Este Artículo Apareció en
The Signs Of The Times, 26 de diciembre de 1892
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