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Mensajes Selectos Tomo 1
Cristo reconoció ese toque. Sabía que había salido poder de él y,
volviéndose entre la multitud, preguntó: “¿Quién es el que me ha
tocado?”
Lucas 8:45
. Sorprendidos ante tal pregunta, respondieron
los discípulos: “Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices:
¿Quién es el que me ha tocado? Pero Jesús dijo: Alguien me ha
tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. Entonces,
cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando,
y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por
qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Y
él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz”.
Lucas 8:45-48
. La
fe que sirve para ponernos en contacto vital con Cristo expresa de
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nuestra parte una suprema preferencia, perfecta confianza, entera
consagración. Esta fe obra por el amor y purifica el alma. Obra
en la vida del seguidor de Cristo la verdadera obediencia a los
mandamientos de Dios, pues el amor a Dios y el amor al hombre
serán el resultado de la relación vital con Cristo. “Si alguno no tiene
el Espíritu de Cristo, no es de él”.
Romanos 8:9
.
Jesús dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”.
Juan 15:5
.
¿Podemos concebir una relación más íntima que la que esto impli-
ca? Las fibras de la rama son idénticas a las de la vid. Es libre y
constante la comunicación de vida, energía y nutrición del tronco
a las ramas. La raíz envía su alimento por las ramas. Tal es la re-
lación del creyente con Cristo, si habita en Cristo y obtiene de él
su alimento. Pero la relación espiritual entre Cristo y el alma se
puede establecer únicamente mediante el ejercicio de la fe personal.
“Sin fe es imposible agradar a Dios”.
Hebreos 11:6
. Es la fe la que
nos conecta con el poder del cielo y nos proporciona fuerza para
hacer frente a los poderes de las tinieblas. “Esta es la victoria que
ha vencido al mundo, nuestra fe”.
1 Juan 5:4
. La fe familiariza al
alma con la existencia y la presencia de Dios, y, viviendo comple-
tamente para la gloria de Dios, discernimos más y más la belleza
del carácter divino, la excelencia de su gracia. Nuestras almas se
robustecen con poder espiritual, pues respiramos la atmósfera del
cielo, y comprendiendo que Dios está a nuestra diestra, no seremos
conmovidos. Nos elevamos por encima del mundo contemplando
a Aquel que es el principal entre diez mil y todo él codiciable, y al
contemplarlo, somos transformados a su imagen.
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