Página 375 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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La perfecta obediencia mediante Cristo
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del Sol de justicia, que todos tengan la luz de la verdad. Dios ha
proporcionado la salvación al mundo a un costo infinito, nada menos
que la dádiva de su Hijo unigénito. El apóstol pregunta: “El que no
escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”
Romanos 8:32
.
Por lo tanto, si no somos salvados, la falta no será de Dios, sino
nuestra por haber dejado de cooperar con los instrumentos divinos.
Nuestra voluntad no ha coincidido con la voluntad de Dios.
El Redentor del mundo revistió su divinidad con humanidad para
que pudiera alcanzar a la humanidad, pues se necesitó de lo divino
y de lo humano para traer la salvación al mundo, necesaria por la
caída del hombre. La divinidad necesitaba de la humanidad para que
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la humanidad proporcionara un canal de comunicación entre Dios y
el hombre. El hombre necesita un poder exterior y superior a él para
que lo restaure a la semejanza de Dios. Sin embargo, el hecho de
que necesite de la ayuda divina, no significa que la actividad humana
no sea esencial. Se requiere fe de parte del hombre, pues la fe obra
por el amor y purifica el alma. La fe se aferra del poder de Cristo.
El propósito del Señor no es que se paralice el poder humano, sino
que, al cooperar con Dios, el poder del hombre sea eficiente para
bien. El propósito de Dios no es que sea destruida nuestra voluntad,
porque precisamente mediante este atributo hemos de cumplir la
obra que él quiere que realicemos en nuestro hogar y en público. El
ha dado a cada hombre su obra; y cada verdadero obrero irradia luz
al mundo porque está unido con Dios y con Cristo y con los ángeles
celestiales en la excelsa obra de salvar a los perdidos. Mediante la
asociación divina, se hace más y más capaz para realizar las obras
de Dios. Manifestando en lo externo lo que la gracia divina obra en
el interior, el creyente llega a ser grande espiritualmente. El que obre
de acuerdo con la habilidad que le ha sido confiada, llegará a ser un
sabio edificador para el Maestro, pues está en la escuela de Cristo
aprendiendo a realizar las obras de Dios. No rehuirá el peso de las
responsabilidades, pues comprenderá que cada uno debe exaltar la
causa de Dios hasta el límite de su capacidad, y estará dispuesto
a soportar la presión de la obra. Sin embargo, Jesús no permitirá
que sea aplastado su siervo bien dispuesto y obediente. No es el
hombre que lleva pesadas responsabilidades en la causa de Dios
el que necesita vuestra compasión, pues es fiel y leal al cooperar