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Mensajes Selectos Tomo 1
eterna, no tenéis fe. La fe obra por el amor y purifica el alma. Me-
diante la fe, el Espíritu Santo obra en el corazón para producir allí la
santidad. Pero esto no puede hacerse, a menos que el instrumento
humano colabore con Cristo. Sólo podremos ser hechos idóneos
para el cielo mediante la obra del Espíritu Santo en el corazón, pues
debemos tener la justicia de Cristo como nuestro salvoconducto si
hemos de tener acceso al Padre. A fin de que tengamos la justicia de
Cristo, necesitamos ser transformados diariamente por la influencia
del Espíritu para ser participantes de la naturaleza divina. La obra del
Espíritu Santo es elevar los gustos, santificar el corazón, ennoblecer
a todo el hombre.
Acudid a Jesús
Acuda el alma a Jesús. “He aquí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo”.
Juan 1:29
. Nadie será forzado a acudir a Jesús,
pero la voz de la invitación resuena suplicando anhelosa: “Mirad,
y vivid”. Acudiendo a Cristo, veremos que su amor es sin paralelo,
que ha tomado el lugar del culpable pecador y le ha imputado su
justicia inmaculada. Cuando el pecador ve a su Salvador muriendo
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en la cruz, en su lugar, bajo la maldición del pecado, al contemplar
su amor perdonador, el amor se despierta en su corazón. El pecador
ama a Cristo porque Cristo primero lo ha amado a él, y el amor es
el cumplimiento de la ley. El alma arrepentida comprende que Dios
“es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad”. El Espíritu de Dios actúa en el alma del creyente, capaci-
tándolo para seguir progresando en su obediencia, incrementando
su fortaleza, avanzando de gracia en gracia en Jesucristo.
Dios condena justicieramente a todo el que no hace de Cristo su
Salvador personal, pero perdona a cada alma que acude a él con fe, y
la capacita para realizar las obras de Dios y para ser una con Cristo
por la fe. Jesús dice de tales personas: “Yo en ellos, y tú en mí, para
que sean perfectos en unidad [esta unidad proporciona perfección
de carácter], para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que
los has amado a ellos como también a mí me has amado”.
Juan
17:23
. El Señor ha provisto todo lo necesario para que el hombre
pueda alcanzar la salvación plena y gratuita, y sea completo en él.
El propósito de Dios es que sus hijos tengan los brillantes rayos