Página 373 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Capítulo 59—La perfecta obediencia mediante
Crist
Cristo, Nuestra Justicia
“Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras,
y no solamente por la fe... Porque como el cuerpo sin espíritu está
muerto, así también la fe sin obras está muerta”.
Santiago 2:24-26
.
Es esencial tener fe en Jesús y creer que habéis sido salvados por él,
pero hay peligro de tomar la posición que muchos toman al decir:
“Estoy salvado”. Muchos han dicho: “Ud. tiene que hacer buenas
obras, y vivirá”. Sin embargo, fuera de Cristo, nadie puede hacer
buenas obras. Muchos dicen hoy: “Cree, solamente cree, y vivirás”.
La fe y las obras van juntas. El creer y el hacer se entremezclan.
El Señor no requiere menos del alma, ahora, que lo que requirió de
Adán en el paraíso, antes de la caída: perfecta obediencia, justicia
impecable. Lo que Dios requiere, bajo el pacto de la gracia, es tan
amplio como lo que requirió en el paraíso: armonía con su ley, que
es santa, y justa, y buena. El Evangelio no debilita las demandas de
la ley. Exalta la ley y la hace honorable. En el Nuevo Testamento no
se requiere menos que lo que se requería en el Antiguo Testamento.
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Nadie preste oídos al engaño tan agradable al corazón humano de
que Dios aceptará la sinceridad, no importa cuál sea la fe, no importa
cuán imperfecta sea la vida. Dios requiere de sus hijos perfecta
obediencia.
Para poder hacer frente a los requerimientos de la ley, nuestra fe
debe aferrarse de la justicia de Cristo, aceptándola como su justicia.
Mediante la unión con Cristo, mediante la aceptación de su justicia
por la fe, podemos ser hechos idóneos para realizar las obras de
Dios, para ser colaboradores con Cristo. Si estáis dispuestos a ser
llevados a la deriva con la corriente del mal y a no cooperar con los
instrumentos celestiales para restringir la transgresión en vuestras
familias y en la iglesia, a fin de que pueda enseñorearse la justicia
Este Artículo Apareció en
The Review And Herald, 1 de noviembre de 1892
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