Cristo, el centro del mensaje
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Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello”.
Mateo 23:2-7,
23
.
La iglesia remanente está llamada a atravesar una experiencia
similar a aquélla de los judíos; y el Testigo fiel, que anda en medio
de los siete candeleros de oro, tiene un solemne mensaje que mostrar
a su pueblo. El dice: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer
amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y
haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu
candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”.
Apocalipsis
2:4, 5
. El amor de Dios se ha estado desvaneciendo en la iglesia y,
como resultado, el amor del yo ha surgido con renovado vigor. Con
la pérdida del amor de Dios, ha venido la pérdida del amor por los
hermanos. La iglesia puede corresponder con toda la descripción
que se da de la Iglesia de Efeso, y sin embargo faltarle la piedad
vital. De ella dice Jesús: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y
paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los
que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos;
y has sufrido y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por
amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti que
has dejado tu primer amor”.
Apocalipsis 2:2-4
.
Se ha pensado que una religión legalista era la religión adecuada
para este tiempo. Pero es un error. El reproche de Cristo para los
fariseos es aplicable a los que han perdido su primer amor en su
corazón. Una religión fría y legalista nunca puede conducir las almas
a Cristo, pues es una religión sin amor y sin Cristo. Cuando el ayuno
y la oración se practican con un espíritu de justicia propia, esto
resulta algo abominable para Dios. La reunión solemne para el culto,
la rutina de las ceremonias religiosas, la humillación externa, el
sacrificio impuesto, todos proclaman al mundo el testimonio de que
quien realiza esas cosas se considera justo. Esas cosas llaman la
atención al que observa esos rigurosos deberes y dice: Este hombre
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tiene derecho al cielo. Pero todo es un engaño. Las obras no nos
comprarán la entrada en el cielo. La única gran ofrenda que ha sido
hecha es amplia para todos los que crean. El amor de Cristo animará
al creyente con nueva vida. El que bebe del agua de la fuente de la
vida, estará lleno con el vino nuevo del reino. La fe en Cristo será
el medio por el cual el espíritu y los motivos correctos moverán al
creyente, y toda bondad e inclinación celestial procederán de aquel